El miércoles recogí a Aitor del colegio y tras la gynkana que supone aparcar a esa hora, pusimos rumbo a casa donde la lala esperaba llena de ilusión con la comida preparada. Tras colocarle en la silla, chocarnos las manos, reírnos de tonterías y enseñarme a su muñeco de Spiderman, empezó con su demanda diaria: «¡¡¡Ica!!! ¡¡¡Ica!!!» (¡¡¡Música!!!, ¡¡¡Música!!!, en su particular idioma). La puse y al igual que hacía mi padre cuando yo tenía su misma edad sonó Joan Manuel Serrat. Mediterráneo y Señora las canté como si de verdad supiera mientras atrás el enano no paraba de reír. Pero después hubo un parón. El noi del Poble Sec anunciaba en un concierto Seria Fantastic. Primero explica la letra en castellano y luego la canta en catalán. Normalidad lo llaman.
Me la sé de memoria pero sigue impresionándome. Así que, mientras conducía y Aitor daba la primera cabezada, comencé a pensar cómo sería hoy la letra porque sería fantástico que todo fuera sencillo y siempre hiciera buen día. Sería genial que el dinero no fuera la razón, que tuviéramos una vivienda digna y que los que la tienen no vean como se la ocupan. Sería fantástico que no hubiera colas en Sanidad, que los juicios fueran rápidos, que no corriéramos para todo y que aprovecháramos la vida sin la sensación de que pasa sin darnos cuenta. Sería chulísimo no ser políticamente correctos, hablar con el amigo de política sin temor a enfadarnos y tener la sensación de que los gobernantes piensan en nosotros. Que nuestro voto importara y que hubiera trabajo sin importar raza o condición. Sería impresionante que conociéramos al vecino, que jugáramos en la calle, que cuidáramos a los mayores y que tuviéramos la ilusión de los más pequeños. Creer en los Reyes Magos, que no perdieran siempre los mismos, que la fuerza no fuera la razón y que el mundo dejara de tener adjetivos numerales. Sería ‘la leche' usar el sentido común, respetarnos unos a otros, que siempre hubiera algo por que brindar y que no viviéramos a través de una pantalla»... pero entonces llegué a Jesús, aparqué, quité la música y pensé que, a lo mejor, debería de dejar de creer en la utopía.