En la última década, Formentera ha subido unos cuantos peldaños en la escalera de servicio y calidad de su gastronomía. Más allá de los platos de patatas fritas y perritos calientes para turistas low cost e interesados únicamente en la playa y el sol, la oferta de restauración cuenta actualmente con unas propuestas muy interesantes.
La clásica cocina tradicional de la isla y un producto de alta calidad, se han ampliado con creatividad y otra forma de interpretarla en auténticos templos culinarios, apreciados por los bon vivants.
La presencia de la isla por segundo año consecutivo en Madrid Fusión es sin duda un acierto. La cita mundial de la alta cocina tendrá sabor formenterense.
La valiente apuesta por la modernidad de Martina Cacheiro del jovencísimo Aigua i Sal, el sueño convertido en Quimera de Ana Jiménez o el clásico Toni Mayans (Vogamari), como mejor arrocero de la isla, garantizan el éxito.
Muchos otros establecimientos de la isla han abrazado ese mismo entusiasmo por la alta cocina, Toñi Ibañez (Restaurante Es Caló) o Borja Molins (Sol Post) hace ya años que están en el firmamento de los grandes nombres de la cocina.
Arzak, Subijana, Berasategui y Arguiñano, entre otros muchos se sientan muy a menudo en las mesas de nuestros restaurantes a degustar exquisitos manjares con el sabor de Formentera.
No es de extrañar que en este escenario, el joven isleño, David Padilla haya sido seleccionado en el Premio Promesas de la Alta Cocina y finalista en el prestigioso concurso GMChef. Esa apuesta de los jóvenes locales por la formación y el conocimiento puede ser la salvación para un sector que vuela alto, pero que tiene muchas dificultades para retener el talento, por los serios problemas de vivienda y condiciones de vida de la isla.