Cuando un partido político inicia una nueva etapa se presume un mínimo de renovación. Se presume también que habrá dirigentes políticos con ambición, capaces de ilusionar a los suyos y a los votantes, pero todos estos ingredientes no se han dado en el último congreso del PSOE. Josep Marí Agustinet no es el futuro de los socialistas ibicencos y eso lo saben hasta los militantes del PSOE, que han buscado una solución de urgencia y a gusto de Armengol para impulsar un partido con desajustes internos tras haber perdido el poder en el Consell d'Eivissa. La primera fila de dirigentes del PSOE ibicenco del último congreso es la misma de siempre, con políticos que llevan en algunos casos más de 30 años en cargos públicos, y que todo parece indicar que si el tiempo y la salud se lo permite pretenden estar otros 30 años más. Nada que decir a la elección de Agustinet, pero huele a naftalina. Mucho más indignante es la ‘operación retorno' de Alfonso Molina, negociador del PSOE de Vila tras haber dimitido como concejal por el escándalo de los cursos de formación, y que su amigo Rafa Ruiz lo ha conseguido colocar en una de las empresas que trabajan para el Ayuntamiento. ¿De verdad que los socialistas ibicencos quieren presentarse ante la sociedad como un ejemplo de transparencia cuando protegen y aúpan a un dirigente que supuestamente hizo mal uso del dinero público? Parecía que después de que aquel lamentable episodio cuando Periódico de Ibiza destapó el informe de Treball sobre las irregularidades de Molina con los cursos de formación había pasado a la historia negra de Ibiza, pero Ruiz parece más empeñado en solucionar el futuro laboral de su ex colaborador que en resolver los graves problemas que padece la ciudad. Y es cuestionable desde el punto político que alguien pueda trabajar en una empresa con la que negoció cuando era político, pero eso les da absolutamente igual.
Opinión | Joan Mestre
Con olor a naftalina
Joan Mestre. |