Ayer Manuel Vega Alocén presentó El rastro de un sueño en Can Ventosa, un libro sobre un joven senegalés que se jugó la vida en patera para llegar a Europa en busca de un futuro mejor. De momento no lo ha conseguido. No perdió la vida en el mar como otros, pero, tras trabajar en Ibiza, Canarias o Granada, pasa sus días en el Centro Penitenciario de Ibiza tras ser acusado de vender droga y no poder pagar la multa que le conmutaba la pena. No tenía dinero, ni familia ni nadie para echarle un cable.
Mientras, ayer también nos levantamos con la noticia «Así son los nuevos coches de los jugadores y el entrenador del Real Madrid». Son «sus nuevos Audi, un trofeo del que disfrutan desde hace 16 años». Trofeos que oscilan entre los 101.080 euros del A8 50 TDI quattro tiptronic de Sergio Ramos a los 66.320 euros de los más baratos y a los que cogieron Vinícius Junior y Rodrygo Goes, dos jóvenes brasileños de 19 años, y que cuestan 86.080 y 74.910 euros. Seguro que estos jugadores y entrenadores del Real Madrid y de otros equipos de primer nivel saben que hay vida más allá de estos coches, de sus grandes mansiones y de estadios llenos de aficionados que gritan su nombre vestidos con camisetas que cuestan unos 100 euros de media. Seguro que estos deportistas saben que el Mediterráneo y el Atlántico son grandes fosas comunes que deberían avergonzar al mundo entero. Seguro que saben de la existencia de Open Arms y seguro que saben, como lo vi yo junto a mi gran amigo y periodista de la SER Víctor Guerrero, que en Gambia los niños juegan al fútbol descalzos con camisetas rotas mientras sueñan con montarse en una patera para jugarse la vida y llegar a Europa. Y si no lo saben, leánse por favor el libro El rastro de un sueño. Se lo recomiendo.