La situación de confinamiento acabará. No sabemos cuándo, pero algún día recuperaremos una relativa normalidad y será entonces cuando nos demos cuenta de que el mundo habrá cambiado.
Esta crisis no es solo sanitaria; es también una crisis política. El ser humano ha tenido en sus manos la opción de abordar este asunto desde la globalidad, de manera solidaria y cooperativa. Sin embargo, ha escogido la individualidad. Cada país va a la suya y, además, en competencia con el resto de países. Lo de las mascarillas de los turcos es solo un ejemplo.
Y me temo que ese va a ser el mundo que nos vamos a encontrar cuando todo esto acabe. Países contra países en una especie de juego por llegar antes que el otro. Muy peligroso.
Las grandes estructuras internacionales como la Unión Europea están fallando.No hay nadie al volante.
En la crisis financiera de 2008, Estados Unidos ejerció un liderazgo bastante eficaz. En esta crisis, Estados Unidos ha montado un circo con un payaso diabólico al frente y no paran de crecer los enanos. «América primero».
En los últimos años, hemos hablado mucho de la desafección de los ciudadanos con la política y, en este momento, nadie confía en nadie. Las redes sociales son foros en los que hay mucho ruido y poco contenido interesante entre tanto bulo, fake y opiniones indocumentadas. Y algunos medios de comunicación hace ya años que perdieron su credibilidad. Este es el panorama. En un momento en que necesitamos aferrarnos a confiar en los demás, todo se viene abajo.
Los científicos darán tarde o temprano con alguna solución para el virus, pero lamentablemente no habrá ciencia en el mundo que encuentre medicina para la desconfianza. Espero equivocarme, pero ese será el nuevo mundo en el que viviremos: el de la desconfianza.