La peste ha sacado fácilmente al lobo que llevamos dentro. La compasión y el sentido común se difuminan en demasiados casos entre la histeria totalitarista, un gobierno incapaz y unas leyes que, aplicadas con máximo rigor, se transforman en la mayor injusticia. El último caso: la expulsión de un catamarán en Espalmador con tres menores a bordo. Bajo amenaza de cárcel (pero sin orden escrita, que eso dejaría mayor constancia de la falta de humanidad burrocrática para anunciar en la próxima feria turística) se les obligó a zarpar un día de mal tiempo rumbo a su puerto de origen en Canadá. Afortunadamente en Cerdeña, que está más cerquita, respetan la sagrada ley del mar y han ofrecido refugio a los navegantes.
¿Suponían un riesgo pitiuso? No, salvo para los groseros dictadores de la política actual o los envidiosos que se pasan el arresto domiciliario soñando denunciar la vida de los otros, como la Stasi del todos iguales, todos jodidos.
Al día siguiente el esperpento continúa y sancionan en Ibiza a voluntarios por donar alimentos a gente necesitada. Por lo visto hay que disponer de licencia administrativa para ayudar a tus semejantes… ¡Toma nísperos progres de ayuntamiento vilero!
Ignoro los somníferos del insomne mentiroso Pedro Sánchez, pero el pacto entre socialistas y podemitas está resultando una pesadilla. España vive el encierro más duro de Europa y las libertades se han suprimido peligrosamente, corral de cabestros al que le cuesta pensar las diferencias territoriales y no considera la educación más allá de la propaganda. Los políticos no confían en la responsabilidad de sus ciudadanos y viceversa. Hay miedo a la libertad y amenaza un estallido social.