Ayer tuvo lugar en Ibiza una manifestación que conglomeró a más de 200 negacionistas sin mascarilla que se dedicaron a proclamar sus soflamas conspiranoicas mientras esparcían el virus por los confines de la ciudad. Estos parias con insuficiencia intelectual, herederos de Miguel Bosé, se creen inmunes no sólo al virus que niegan, sino a los efectos de la Ley. Se escudan en una libertad de expresión que no les ampara para mostrar su estupidez en público, poniendo en riesgo no sólo su salud, sino la del resto de ciudadanos cuerdos.
Mientras gritaban «libertad» se dedicaron a amenazar e increpar a los trabajadores de este periódico y de la Televisió d'Eivissa i Formentera, a quienes incluso intentaron arrancar la mascarilla. Toda una muestra de su vocación pacifista y su talante democrático. Lo más coherente por su parte sería que cuando se infecten y enfermen no reciban tratamiento sanitario alguno (selección natural), pero incluso esta caterva de cobardes recibirá las atenciones de un personal sanitario que se está dejando la vida (literalmente) para que ellos puedan seguir quejándose de lo inhumano y doloroso que es lucir una simple mascarilla que les tiene «amordazados». ¿Dónde estaban los cuerpos y fuerzas de seguridad ante esta convocatoria ilegal y qué indicaciones se dieron desde la Delegación de Gobierno? Su inacción sumada a la irresponsabilidad de los manifestantes es un cóctel explosivo que provocará nuevos contagios y más muerte. Un sistema democrático no debería permitir el menor conato de una rebeldía que pone en riesgo la salud y el orden público, máxime en unas circunstancias trágicas como las que vivimos. Si tuvieran que pagar de su bolsillo el coste sanitario de atenderlos gritarían menos y se esconderían más.