Sacada del Evangelio de San Marcos, 10,13-16, la célebre frase adquiere especial relevancia en las últimas semanas a tenor de varias noticias que delatan la obsesión del Gobierno por los más jóvenes, es decir, nuestros hijos, aquellos que siendo todavía niños la sociedad moderna, la política y los medios de comunicación de masas aún no han tenido tiempo de pisotear con sus pezuñas consumistas, agnósticas y profundamente amorales.
Por que, si de las palabras de jesucristo se extrae una absoluta certeza sobre la naturaleza bondadosa y pureza que posee todo niño junto a su capacidad para abrir su corazón a cualquier aprendizaje, del interés que muestra el Gobierno de forma reiterada y voraz por los más jóvenes, solo se puede proclamar que obedece exclusivamente a un interés estratégico por asegurarse la pervivencia de una inmensa masa de analfabetos con cada nueva generación en aras de sus cálculos electorales.
“Dejad que nosotros nos acerquemos a los niños”, sería a modo de símil bíblico la síntesis del pensamiento gubernamental, porque, qué duda cabe, las huestes pijoprogres anhelan libidinosamente estar cerca de ellos y buscan con auténtico frenesí imponerles su visión moral sobre la vida y la sociedad (¡ojo, pero imponérsela a los hijos de los demás! Los suyos los hallaréis siempre en carísimos colegios privados e invito a que uno solo, uno, de los numerosísimos dirigentes relevantes del PSOE o Podemos me demuestre que lleva a sus hijos a un colegio público) anulando la potestad del padre para decidir y educar a sus hijos según su concepción moral de la vida.
«¡No podemos pensar que los hijos pertenecen a los padres!», berreó nada menos que toda una ministra (formada en la elitista y conservadora Universidad de Deusto) travestida en un tosco flautista de Hamelin cuya música invita a ser seguida por un rebaño de ninis embrutecidos que pasan de curso sin necesidad de esfuerzo alguno. Ley Celaá se llama el bodrio: «El equipo docente evaluará al alumno al margen de las asignaturas suspendidas», ¿Qué hay que evaluar en alguien que ha sacado un montón de suspensos, los chistes que suelta y su simpatía, el contenido de sus bocadillos, si es aficionado al reguetón, si lleva una pulsera con la bandera española…? ¿Existe mayor avance social que aleccionarles desde pequeños en que el esfuerzo no sirve de nada y que se puede pasar de curso sin dar ni golpe? ¿No saldrá de la falta de criba del conocimiento y el esfuerzo un ciudadano analfabeto al que poder ordeñar sin que desaparezca su sonrisa bobalicona de la cara? ¿Alguien de verdad cree que en pleno Siglo XXI, en la época del I+D lo que necesita un país de Europa es una nueva generación de ignorantes abonados al porro y la litrona? ¡Los socialistas y los podemitas, sí! Y, como tener cerca a los niños parece interesarles tanto como le interesase a la Condesa de Bathory; ahí dejo otras joyas gestadas por los-las-les del «Sola y borracha quiero llegar a casa».
De nuevo se saca a la palestra la modificación de la Ley del aborto para que las niñas a partir de los 16 años puedan abortar sin el consentimiento de sus padres. Ni que decir tiene, que en un país donde un tercio de los niños viven inmersos en una pobreza severa y, para colmo, tenemos el índice demográfico más bajo del mundo, el mensaje es de enorme calado moral, «yace cuanto quieras y con quien quieras, pasa de tus padres y chica, pues nada, si algo falla te libras de tu futuro hijo y a seguir disfrutando de la vida que, ya de paso, evitamos nuevos pobres». Al fin y al cabo: ¿Qué pueden saber tus padres de lo que es mejor para ti a los 16 años? Eso sí, para hacer una excursión o comprar según qué medicamentos sí que necesitarás una autorización paterna. Y yo me pregunto, tal inclinación hacia el bienestar de los niños, no se podrían ver acompañada de ciertas ayudas habida cuenta que somos el penúltimo país de Europa en ayudas por hijo (¿no podrían reducirse un poquito los coches oficiales, las escoltas, el sarao de los consejeros y cargos de confianza o el combustible del Falcom?). Pero, aquí no acaba la construcción social de la nueva España bolivariana y es que no hay plan o ley que no esté encaminada a fortalecer éticamente sus cimientos, a que los jóvenes vayan atesorando valores y se desarrollen como personas socialmente comprometidas.
Por eso, Podemos, en esta etapa de bonanza económica y pleno empleo, está finalizando un borrador para legalizar la marihuana (¿será para adormecer más sus potenciales votantes que ya son de un natural adormecido?). ¡Ojo, solo 20 plantas por persona…! Debía de estar tan fumado el que largó la cifra que se olvidó que una sola planta puede convertirse en un arbusto de más de dos metros.
Por supuesto, al unísono que siguen con su cruzada de tufo pederasta en la hipersexualización de los más pequeños; niños a los que el sexo y su problemática les importa una higa, deben asistir cariacontecidos a charlas donde los dibujos explícitos y disertaciones sobre niños con vulvas y niñas con pene o las bondades de pertenecer al selecto y festivo lobby LGTBI (si añadiese todas las letras que pujan por sumarse al carrusel de las subvenciones necesitaría otra página para exponer el artículo), charlas que les deben parecer hechas en tamil o jerga canaca con tan excelsos resultados que hemos pasado del macho y hembra biológico a que España reconozca nada menos que 37 géneros distintos, además de 10 orientaciones sexuales diferentes (hay que provisionarse de palomitas y admirar atónitos lo que significa para nuestra especie tamaño salto evolutivo, en nada saldremos levitando). Y, como demasiada conexión neuronal puede llegar a resultar inconveniente o peligrosa, qué mejor solución en uno de los países que menos se lee de Europa que la de subirle el IVA a los libros del 4% al 21%, no sea que algún día los mocosos aparten la vista de la pantalla y piensen.
«Dejad que los niños se acerquen a mí», susurra el Gobierno en la puerta de los colegios emboscado en una gabardina que cubre su cuerpo desnudo y los bolsillos llenos de caramelos.