El tiempo litúrgico de Adviento nos recuerda la primera venida del Hijo de Dios a los hombres, a la vez, la segunda venida al final de los tiempos.
El Evangelio que se ha proclamado nos insta a que estemos vigilantes puesto que no sabemos cuando ha de venir el Señor. Hemos de estar preparados para cuando llegue Nuestro Señor. Velad nos dice Jesús. Hemos de estar en vela porque ignoramos el día y la hora que vendrá el supremo Juez al que hemos de rendir cuentas de nuestra vida. Si estamos vigilantes significa que amamos a Dios y, por tanto, cumplimos sus Mandamientos. El Adviento es un tiempo de espera. Durante las cuatro semanas que preceden a la Navidad, el Señor nos pide una mirada profunda para que descubramos no solo lo que estamos viviendo, sino porque lo estamos viviendo. La vida después de la pandemia nos exige a los seguidores de Jesús dos objetivos. El primero sugerir una clave para reconstruir un mundo mejor. El segundo, sembrar esperanza en medio de tanto sufrimiento y desconcierto. Hoy, primer día del año litúrgico sabemos que, más allá de cualquier acontecimiento favorable o contrario, el Señor no nos deja solos. Vino hace dos mil años y vendrá de nuevo al final de los tiempos, pero viene hoy en mi vida, en tu vida con todos los problemas, ansiedades e incertidumbres. Aquí está la fuente de nuestra alegría. El Señor no se ha cansado y no se cansará nunca de nosotros.
El profeta Isaías dirá: Venid, subamos al monte del Señor. Mientras que el mal en la tierra se deriva de que cada uno sigue su propio camino. A la luz del Señor, se pueden preferir las tinieblas del mundo. El consumismo es un virus que mina la fe desde la raíz, porque nos hace creer que la vida depende solo de lo que tienes, y así te olvidas de Dios que viene a tu encuentro. Este es el drama de hoy: casas llenas de cosas, pero vacías de niños. No hay tiempo para Dios ni para los demás. Cuando se vive para las cosas, las cosas nunca son suficientes. Cada vez se quiere acaparar más. No pensamos en los que carecen de lo estrictamente necesario: afecto, compañía, ayuda económica, y sobre todo, alegría, paz y amor. ¿Recibiremos a Jesucristo en la persona del hermano necesitado?. En Navidad y durante el resto del año podremos recibir al menesteroso con el que se identifica el mismo Jesucristo.
Que Santa María nos alcance la dicha de amar, en la persona del pobre al Hijo de Dios.