Llunyana i just a tocar, Formentera es esa bellísima hermana de la que los ibicencos presumimos orgullosos. Sus playas extenuantes, sus atardeceres de anuncio, su suculento peix sec, sus rosadas salinas, el singular carácter de sus gentes y su cálido aroma hacen de la isla un paraíso diminuto en el que el tiempo parece detenerse (salvo cuando se hace cola para el ferry). Formentera es la historia de una niña bonita a la que miramos sólo para presumir cuando nos conviene. Cuando se trata de derechos, los relegamos a un plano secundario porque con esas playas, ¿qué más necesitan sus ciudadanos? Pues al igual que los ibicencos, los mallorquines o los madrileños, necesitaban un hospital, necesitaban una administración propia e independiente y ahora ha llegado el momento de que la justicia también llegue a este enclave en el que residen casi 13.000 habitantes.
«Los juzgados están a media hora, pero la justicia aún está muy lejos», sentenciaba el diputado popular Miquel Jerez, quien presentó en la Comisión de Justica del Congreso una iniciativa para crear un partido judicial en Formentera que les permita dotarse de un Juzgado de Primera Instancia e Instrucción. Mientras que Baleares es un mero destino vacacional para los distintos gobiernos nacionales que se han sucedido, las Pitiüsas parecemos la escuálida mascota de una Mallorca que sólo nos deja las migajas del presupuesto y los derechos. La culpa reside en la docilidad de nuestros representantes y su sumisión a la doctrina de partido, por ello es reconfortante observar algún ápice de decencia política como el que se desprende de la aprobación unánime de la propuesta del diputado ibicenco. Formentera no puede seguir siendo un paraíso con playas de primera y servicios de tercera regional.