El ministro de consumo, Alberto Garzón, ha saltado a la palestra esta semana, pidiendo a los ‘españolitos' que reduzcamos nuestro consumo de carne. Argumenta esta consideración, diciendo que cuadruplicamos la ingesta de carne recomendada por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, y que además se reducirían el 50% de las emisiones de gases invernadero asociadas a la alimentación. Seguramente no le faltará razón al ministro, pero como se han puesto los ganaderos y las redes echan humo con esto del #MenosCarneMásVida. El de Garzón no es un caso aislado en esto de erigirse en consejeros nutricionistas de la población. Al inicio de la otra crisis (2007) el secretario general de alimentación de Zapatero, Josep Puxeu, recomendaba consumir en aquellas navidades la «sana, ligera, apetecible y barata carne de conejo» frente a otros productos más tradicionales de la navidad como el cordero, el cochinillo o el marisco. ¿Qué hay crisis? Come conejo. «Aparcao», que diría aquél.
Y hace ahora 20 años, la entonces ministra de consumo con Aznar, Celia Villalobos, unió a sus conocimientos nutricionistas, su experiencia como cocinera y ama de casa. Nos encontrábamos en plena crisis de las vacas locas y la buena señora aplicó el sentido común al recomendar «no eche huesos de vaca al caldo hasta que no sepamos si es seguro, aunque ya no se venden, háganlo con cerdo». A estos «expertos en nutrición» habría que recordarles que sus responsabilidades políticas deben servir para diseñar estrategias globales, llegar a acuerdos con los sectores implicados y presionar a los lobbies adecuados, para mejorar la vida de los ciudadanos. Y déjense ya de milongas al pobre consumidor, que bastante tiene con buscar la mejor oferta para poder alimentar a su familia en este tiempo complicado. ¿Qué, hace un chuletón?