El conseller de Turismo, Iago Negueruela, retaba ayer al Consell d'Eivissa a controlar las fiestas ilegales que se celebran en la isla. Con un rotundo «que el presidente del Consell haga su trabajo». Negueruela pretende que los inspectores de la institución eviten todas estas fiestas irregulares que pueden convertirse en un foco de contagios. Los inspectores deben ser los mismos, imagino, que aquellos funcionarios que durante la pasada legislatura tenían que controlar los pisos turísticos a través de las toallas colgadas en las terrazas y ya sabemos cómo acabó el asunto. Me parece bien que se controlen las fiestas, evidentemente, pero Negueruela tendría mucha más credibilidad si pidiese la misma efectividad a la Policía Local de Palma para controlar los botellones que se realizan en Palma cada fin de semana y que reúnen a la friolera de 25.000 jóvenes.
Está muy claro que a Negueruela no le interesa Palma, simplemente, porque gobierna un alcalde de su partido, y también mira hacia otro lado para saber qué mente brillante autorizó el concierto de reguetón en la Plaza de Toros de Palma, que fue una bomba de relojería para contagiar a los jóvenes. En cambio, Negueruela también lamentó la falta de efectividad de los agentes policiales de Llucmajor, municipio gobernado por el PP, para controlar los botellones que protagonizaron los estudiantes llegados de otras comunidades autónomas en aquella zona turística de Mallorca. De verdad, Negueruela tendría mucha más credibilidad si a la hora de repartir responsabilidades también se acordase de sus compañeros de partido. Porque está claro que Armengol ya no puede pedirnos que respetemos las normas cuando ella misma se las saltó de copas de madrugada, pero esa ya es otra historia. Por eso solo nos queda Negueruela, pero le hace un flaco favor a los ciudadanos si perdona la mala gestión de sus compañeros y solo apunta a los dirigentes del otro bando. Ahora que ya nadie se atreve a responsabilizar a Ayuso de lo que ocurre en Balears, al menos deberían actuar sin sectarismo.