Hace unos días escuché como una monitora de actividades de verano, le decía a una madre “son cosas de niños” cuando esta pedía explicaciones sobre una agresión de otro niño a su hija. Evidentemente la madre no sintió consuelo escuchando esa expresión. En muchas ocasiones, se resuelven los problemas infantiles utilizando la frase “son cosas de niños” dejando sin dar importancia a comportamientos que son necesarios corregir y abordar.
Detrás de esta expresión se refugian actitudes disruptivas o inadecuadas por parte de los menores como la agresividad, el insulto, el menosprecio, el machismo, etc.
Pienso que la persona que utiliza de este tipo frases indirectamente muestra una incapacidad para gestionar y resolver problemas en la infancia. Lo que conlleva a perder una gran oportunidad de educar y orientar a un menor que está en procesos de aprendizaje.
La personalidad se va definiendo a lo largo del ciclo evolutivo, durante la primera quincena de años se adquiere la base del comportamiento social y relacional. Estos aprendizajes se obtienen principalmente de tres formas, a través de la observación del funcionamiento de las personas que se tienen alrededor (familia, amigos, entorno, etc.), a través de procesos educativos formales e intencionados, dirigidos para que los menores adquieran habilidades sociales (familia, profesores, especialistas, etc.) y de manera informal por medio de la publicidad, Internet, televisión, etc.
En el campo de la educación social se tiene la certeza que es más fácil educar que reeducar. Es decir, es más viable adquirir comportamientos igualitarios, negociadores, no agresivos, empáticos, etc. durante la infancia que en la adultez. En la infancia un comportamiento disruptivo se puede redirigir y moldear, dado que estas formas de actuar aún no se han definido como hábitos. Sin embargo en la adultez el comportamiento será más difícil de modificar, ya que ha pasado a convertirse en una conducta o manera ordinaria de actuar, para cambiar actitudes intrínsecas se trataría de reeducar.
La participación en las tareas domesticas, el funcionamiento igualitario, el respeto por la naturaleza, la negociación como solución de conflictos, los comportamientos empáticos, etc. se adquieren de forma más sencilla si durante la infancia se abordan y se educan.
Dejar de intervenir en conductas negativas pensando que son pequeños o que son normales debido a su edad es perder oportunidades de las que después nos quejaremos o arrepentiremos.
El machismo, la agresividad, la violencia, la discriminación, la misoginia, el insulto o el racismo abordadas de manera inicial en la infancia ayudará y facilitará a formar personas más sociables, respetuosas y sanas. Las familias como los profesionales que trabajan con los niños debemos alejarnos de frases como estas que lo único que hacen es enmascarar conductas que se tienen que abordar o quizás la incapacidad de poder educar a menores.
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