Nuestras islas son un territorio tan singular en el cual contrasta la nula identidad comunitaria con el fervor que siente cada individuo por su ínsula. En Ibiza este hecho se traduce en la existencia de 5 municipios, pero en el caso de Menorca (con poco más de la mitad de población) alcanzan los 8 municipios y en Mallorca nada menos que los 53. ¿Realmente nos salen a cuenta 66 ayuntamientos más cuatro consells? ¿No estamos pagando un gasto excesivamente superfluo en multiplicar servicios y personal que podrían estar unificados bajo el paraguas de un número muy inferior de administraciones?
Si las mancomunidades fueran algo más habitual podríamos centralizar determinados servicios, pero nuestros políticos prefieren que cada uno se haga cargo de su casa, aunque salga mucho más caro. Unificando municipios no sólo conseguiríamos un simple ahorro económico, sino que eliminaríamos duplicidades y mejoraríamos la eficiencia de la actividad administrativa. Los únicos que saldrían perdiendo serían los partidos políticos que verían reducido su número de alcaldes, ediles y cargos de confianza; tal vez por esta razón no plantean esta cuestión.
En España tenemos más de ocho mil municipios, cinco mil de los cuales tienen menos de 1.000 habitantes. Aunque en nuestro archipiélago es especialmente sangrante, dado que tenemos una organización administrativa sin competencias propias, tan sólo delegadas (los consells) que muchas veces se solapan con los Ayuntamientos, afectando a la seguridad jurídica y a la agilidad de la Administración. Es imperativo abrir este debate y decidir si nos subimos a una corriente europea que ha supuesto el aumento del empleo y la renta de los hogares o si seguimos estancados en un tejido administrativo anticuado, caro e ineficaz.