Efectivamente acabamos de iniciar un nuevo año, pero lo que parece claro es que no se va a cumplir de momento la conocida frase de «año nuevo vida nueva». Y no se cumple básicamente por que hay cosas que ni han cambiado, ni podemos tener muchas esperanzas de que vayan a cambiar.
Son diversas las variantes del virus que circulan por todo el mundo, siendo la última la conocida como ómicron, que según todos los expertos que vienen siendo consultados por los medios de comunicación tiene una capacidad de transmisión, es decir de contagio, mucho más elevada que el resto de variantes conocidas, si bien los efectos que provoca en las personas a las que afecta son de menor gravedad.
En un principio esa es una buena noticia dentro de la gravedad de la situación, ya que se esta comprobando que gracias a esta circunstancia y al alto porcentaje de vacunados con la doble o la triple pauta que hay en nuestra sociedad, los ingresos hospitalarios en planta o que precisan de cuidados en la UCI, es sustancialmente menor a los que se producían con las otras variantes y cuando todavía no se había podido administrar la vacuna.
De ello se deducen dos cosas muy claras, una es que queda demostrada la alta eficacia de las vacunas que se administran y la otra es que difícilmente se repetirá la situación de colapso hospitalario que se sufrió en anteriores olas de contagio. Pero no deberíamos lanzar las campanas al vuelo por ello, ya que la realidad sigue poniendo en evidencia graves problemas en nuestro sistema sanitario.
Lo cierto es que lo que se está produciendo es un desplazamiento del atasco sanitario, que ha pasado de producirse en los hospitales a que lo pasen a sufrir los centros de atención primaria. Son los centros de salud los que ahora se ven colapsados y sufren las consecuencias del grave problema de la pandemia. La situación en este caso es sin duda peor de lo que fue con anterioridad, ya que una vez vacunada una mayoría de la población, fueron numerosos los profesionales sanitarios a los que no se renovó su contrato, o a los que directamente se les rescindió el que tenían.
A día de hoy, es claramente insuficiente el número de profesionales que atienden en atención primaria y es con esas plantillas descompensadas que tienen que hacerse caso de la atención médica de la mayoría de los nuevos afectados. Ello no solo redunda en detrimento de la correcta y rápida atención que resulta crucial a la hora de hacer frente al virus, sino que además afecta a la atención de los pacientes que no son de covid, ya que por sobrecarga de trabajo de los profesionales, ven como sus citas y su habitual atención se aparca, con las consecuencias negativas que ello supone.
Otra irresponsabilidad que se ha podido observar estos últimos días y que se viene repitiendo desde el principio de la pandemia, es el creciente número de manifestaciones que se vienen produciendo en diversas ciudades y pueblos de nuestro territorio. En ellas participan cientos y en ocasiones miles de personas que protestan por las diversas campañas de vacunación que están en marcha, o por las diversas medidas restrictivas que se van teniendo que tomar.
En dichas manifestaciones de protesta se incumplen todas y cada una de las medidas de prevención sanitaria que se han dictado, tanto si son de obligado cumplimiento, como si son meras recomendaciones. Los participantes en las mismas deambulan por las calles, chillando, sin mascarilla y por supuesto sin mantener ningún tipo de distancia de seguridad entre ellos. Resulta del todo incomprensibles que estas protestas que nos ponen en peligro a todos, se puedan llevar a cabo sin prácticamente ningún obstáculo y sobre todo que no se actúe con contundencia a la hora de disolver concentraciones que vulneran todas las medidas de seguridad sanitaria. Si se quiere acceder a un estadio de fútbol, hay que hacerlo presentando el certificado de vacunación y con la mascarilla puesta, lo mismo si quieres acceder a día de hoy a un restaurante; en cambio cientos y cientos de incívicos impresentables pueden pasearse apelotonados, sin mascarillas y chillando y se les permite sin más.
Si se dictan normas hay que asegurarse de que hay capacidad suficiente para hacer que se cumplan, en caso contrario la efectividad es nula.