La innovación educativa es un proceso que consiste en incorporar algo nuevo en el aula, se puede caracterizar como un cambio creativo y duradero en las prácticas educativas. Las redes sociales y su uso masivo, donde los profesores colgamos lo que hemos hecho en clase con algún material nuevo disfrazado de la última película de moda, genera tendencia en el profesorado que reproduce estas prácticas sin pararse a pensar en su verdadero aporte. Hoy en día parece que innovar está de moda y que quien no innova no trabaja bien. Sin embargo, ¿siempre se puede innovar?, ¿todo vale siempre que aporte algo novedoso? Hay teorías que parten de la premisa de que la educación necesita docentes innovadores que produzcan modificaciones en la concepción pragmática para que la formación sea dinámica.
Desde la llegada de la pandemia ha aumentado la utilización de la tecnología y la gamificación en el área de Educación Física. Estas empezaron a implantarse en 2015 y todavía no tienen suficiente recorrido ni se ha demostrado que sus resultados sean positivos. Además, el uso de aplicaciones móviles puede generar dependencia y hacer descender la práctica de actividad física en el aula, algo poco recomendable según los datos del estudio Aladino. Se trata de un estudio previo a la llegada del coronavirus, el cual mostraba que había una prevalencia de sobrepeso en la población infantil de 6 a 9 años del 23%, y de obesidad del 17,3%, es decir, cuatro de cada diez escolares tenían sobrepeso en 2019.
Son datos alarmantes que debemos tener en cuenta. No implica que dejemos de buscar alternativas para mejorar, sino que es importante que los docentes de Educación Física no se separen de aquello propio de su área: la adquisición de aprendizajes y experiencias positivas de corporalidad y motricidad, y de su transferencia a la vida cotidiana.