Es posible que algún que otro incauto, después de todos los líos internos que unos y otros han provocado en el PP, pudiera pensar que una vez que se ha descabalgado de la dirección del partido a Pablo Casado, al que acabaron dejando solo hasta sus más fieles, todo había finalizado y que a rey muerto, rey puesto (llámese Nuñez Feijóo) y como si no hubiera pasado nada.
Lo cierto es que todo este culebrón en la derecha española, no ha hecho más que empezar. El Partido Popular tiene ahora un presidente sin ninguna capacidad de decisión, otro «in pectore» hasta dentro de un mes que tenga lugar el congreso extraordinario de su partido, una portavoz del grupo popular en el Congreso, que ejerce como presidenta del mismo y ya esta misma semana en su intervención en la sesión de control al Presidente del Gobierno, ha dado muestras muy claras de que no representa ningún cambio en la deriva que llevaba el defenestrado Casado. Todo ello hace que los cambios que se pudieran esperar a raíz de toda esta movida, sean más bien un mero espejismo.
En realidad y de puertas para dentro, nada ha cambiado en la derecha española y con ello quiero decir que a pesar de algún que otro velado anuncio de cambio, todo sigue igual. En el PP se ha dado por cerrado todo el asunto del contrato de las mascarillas en Madrid y con ello se archiva también el asunto de las posibles comisiones irregulares cobradas por el hermano de la Presidenta de la Comunidad. Tampoco se ha aclarado nada en cuanto al presunto espionaje a determinados personajes de su propio partido, presumiblemente contratado por Génova a través de una empresa pública del Ayuntamiento de la capital.
A muchos les gustaría que durante este compás de espera hasta el congreso extraordinario, todo fuera una balsa de aceite y no se produjeran altercados internos, pero me temo que este va a ser un deseo difícil de cumplir. Todo parece encarrilado a la designación de Nuñez Feijóo como nuevo presidente del partido y él mismo ya ha ido manifestando alguna propuesta que en principio se podría entender que pueda suponer un golpe de timón en el rumbo que quiere marcar.
Pero está claro que no todo podía ser tranquilidad hasta su nombramiento y ya tiene la primera piedra en el zapato, que sin duda no va a poner fácil el inicio de su andadura. Ese molesto guijarro, no es otra cosa que la formación de Gobierno y la composición de la mesa de las Cortes de Castilla y León. Mucho se había comentado estas últimas semanas sobre qué pretendía el PP y cuáles eran su opciones reales. La idea de gobernar en minoría les resultaba la más apetecible, ahora bien la única opción real pasaba por un pacto con Vox.
Finalmente se ha impuesto la querencia que Casado había marcado y el PP ha pactado con Vox, quien asumirá la Presidencia de las Cortes, además de una vicepresidencia y tres miembros más en el Ejecutivo regional. Con ello el partido conservador español da entrada por primera vez a la extrema derecha en alguna institución de nuestro país. Puede que a alguien le sorprenda, ya que el nuevo presidente del PP «in pectore» siempre ha manifestado su oposición a pactar con Vox en Galicia, pero les aseguro que lo ocurrido era lo esperable.
En ningún caso es lo mismo gobernar con mayoría absoluta, a tener que hacerlo pactando con terceros. Por lo tanto el rechazo a negociar y gobernar con Vox, no dejaba de ser más que una declaración vacía, ya que en ningún momento se ha oído a Nuñez Feijóo la propuesta de romper los acuerdos que su partido mantiene en Madrid, Andalucía o Murcia. Es precisamente esta circunstancia, unida a la confirmación del acuerdo para que Vox forme parte del nuevo Ejecutivo de Castilla y León, lo que hace poco creíble la declaración de voluntad del futuro presidente del PP.
Nada hay que celebrar cuando se da entrada a la xenofobia, la homofobia, el racismo y la renuncia a la lucha contra la violencia de genero en nuestro país. No es esta la derecha moderna y europea que necesita España; el partido conservador debería tener, como en otros países de nuestro entorno, entidad y personalidad propia y no dejarse arrastrar por idearios fascistoides.
La derecha cambiará de presidente, pero seguirá de la mano de quienes quieren acabar con las autonomías y volver al oscuro pasado.