Este domingo se produjo en Can Ventosa uno de los ejercicios interpretativos más impresionantes que hayan pasado por esta isla. Que Blanca Portillo es una actriz maravillosa quedó claro hace tiempo y certificado hace poco con el Premio Goya que recibió por su papel en la película Maixabel, pero lo que consigue con Silencio, la obra que Juan Mayorga ha escrito a partir de su propio discurso de ingreso en la Real Academia Española, es que el teatro alcance un nuevo nivel, atravesando por completo los límites del tiempo y el espacio. Transportando al público a lugares tan diversos como el salón de actos de la Real Academia o la antigua Tebas, con Creonte en su trono y Antígona en su tumba, pasando por La casa de Bernarda Alba o la ancha Castilla de Don Quijote, nada se le resiste a Blanca que como un camaleón cambia de piel con solo ajustar la postura o impostar ligeramente la voz, y valiéndose de la veintena de sillas que ocupan el escenario.
Un texto rico en matices y metáforas, muy bien escrito, como corresponde a todo un Académico, con muchos puntos sobre los que reflexionar y muchos otros que liberan la risa, interpretado de forma magistral. No se puede pedir más a una tarde de teatro en la que el impacto inicial invita a un acogedor silencio, tan necesario para poder escucharnos.