Mientras el armenio Lavrov alerta de la posibilidad de una escalada bélica a nivel nuclear –su zar está que trina porque los ucranianos osan defenderse—, los torys del parlamento británico acusan a una laborista de marcarse un instinto básico (cruce de piernas a lo Sharon Stone), haciendo perder el hilo del speech a Boris Botellas Johnson. En fabulosa sincronía, por Formentera pretenden que los camareros hagan un curso para auxiliar a cetáceos varados (¿habrán confundido a una ballena con un turista empachado de paella?) y el Gobierno de España se niega a aprobar una bajada de impuestos (¡proyectan todo lo contrario!) pues prefiere gastar «ese dinero público que no es de nadie» por nosotros, así va la economía.
¡Y luego dirán que no hace falta una copa para leer la prensa!
El mundo siempre ha estado loco y sus políticos se mueven por muy básicos instintos y bajas pasiones: violencia, lujuria, rapiña, engaño, avaricia… Los yoguis directamente claman que la mayoría de mandamases no han salido del chakra del muladhara, ese mismo que se encuentra entre los genitales y el ano (debo preguntar a mi colega menorquín, Eugenio Rodríguez, capaz de levitar con la meditación Xoriguer), y que por tanto solo saben acumular sin disfrutar, como el dragón que rapta a la doncella y luego no sabe qué hacer con ella.
Es la época hindú del kaliyuga, el peor de los tiempos (para Dickens también sería el mejor de los tiempos), en que todo se disolverá para dormir el sueño de Visnú y luego renacer. Tal vez sea mejor que el Ragnarok vikingo o el tan anunciado apocalipsis, no sé, pues a mí me gusta vivir el presente y antes que el teléfono rojo me quedo con un buen cruce de piernas, maravillas del eterno femenino.