Si usted está leyendo estas líneas implica, entre otras cosas, que el asteroide 2009 JF1 no ha impactado contra la Tierra o, al menos, la cosa no ha acabado en Armagedón. En los últimos días ha corrido como la pólvora que la NASA había anunciado el fin del mundo para este 6 de mayo. Un pequeño fraude viral en un 2022 de vértigo. Un año bravo que este fin de semana se plasmó en unos ‘openings' tan ansiados e impetuosos como para engrasar varias páginas de La Sal, la contracrónica dominical de las cosas que pasan en Ibiza. La siesta o sobremesa del sábado dejó un primer impacto o sobresalto entre los vecinos de la avenida Ignasi Wallis con el episodio firmado por un conductor que empotró su coche contra un árbol. Tras el siniestro, el individuo pisó el asfalto y se evaporó dejando allí su turismo destartalado y humeando. Apenas dos horas después, un turista alemán era hospitalizado con el rostro abierto por un navajazo. El joven trató de recuperar por su cuenta los efectos que horas antes le habían robado de su casa y el delincuente le desfiguró la cara con un arma blanca. 30 puntos de sutura y cirugía maxilofacial. Pasada la medianoche era un británico el que se precipitaba en el baluarte de Santa Llùcia.
Era el ecuador del fin de semana y el dispositivo especial de Guardia Civil y Policía Local ya habían interpuesto parte de las 300 denuncias por alcohol o drogas levantadas en la apertura de la rentrée. El domingo rompía el alba con un incendio de contenedores y el robo de algún reloj de varios miles de euros en Platja d'en Bossa. Decenas de jóvenes yacían en vida sobre la arena de la playa, mientras en ses Figueretes alguien iba un paso más allá y plantaba su iglú. La temporada entró con fuerza, especialmente para esa alma que deambulaba afectado y con nocturnidad por la carretera de Santa Eulària y con una orden de búsqueda pendiente. Y la guinda, el intento de robo a la casa donde se había alojado Felipe Froilán. Más madera... y más agentes para tanto cafre.