Pues sí, cuando parecía que lo habíamos vencido y cuando parecía que nos íbamos a librar, va el menda y le da por coger el denostado coronavirus. Justo apenas unos días después de reírse a carcajadas con una viñeta genial de nuestro compañero Un tal Toni, en la que aparecía el virus ante el psicólogo como ese actor que lo fue todo y ahora se encuentra casi olvidado, empecé con dolor de cabeza, mocos y frío y tras una prueba, allí apareció él, demostrándonos que como esos grandes de Hollywood solo espera un buen escenario y un buen papel para recuperar protagonismo.
Estamos a julio de 2022, dos años y un mes después de que el presidente de todos los españoles, Pedro Sánchez, acudiera al Congreso de los Diputados para proclamar con una gran sonrisa que «habíamos vencido al virus y que habíamos salido más fuertes». Fue en respuesta al por entonces líder del Partido Popular Pablo Casado y de aquello ya casi no queda nada. El tiempo pasa más rápido de lo que nos gustaría y con tanta información y desinformación ya prácticamente nadie se acuerda de lo que hizo hace una semana, un mes y por supuesto un año. Todo va a una velocidad tan descomunal que solo nos salvan las fotos de las redes sociales o el propio Facebook recordándonos los cumpleaños.
Lo peor es que tengo la sensación de vivir en un bucle de mal gusto de donde parece muy complicado salir. Viendo a Pedro Sánchez y al resto de ministros, políticos y consortes que les acompañan en el Congreso de los Diputados y por los que apenas pasa el tiempo salvo por algún kilo de más, me queda claro que todo sigue igual sino fuera porque las cosas están mucho peor. Contemplar el Debate del Estado de la Nación solo ha hecho que confirmar mi desasosiego planteándome si sirve para algo pagar esos dinerales a toda esa gente en los tiempos que corren. Cientos de políticos de uno y otro bando que acuden el primer día y que luego se ausentan tras palmear a su líder en cuestión o que dicen sandeces en una tribuna hacen que sienta vergüenza ajena.
Hace ya mucho tiempo mi padre defendía la tesis de que no eran necesarios tantos representantes de los partidos en el Congreso de los Diputados. Que el partido más votado tuviera cinco, el siguiente cuatro y el resto de partidos dos y uno… y apañado. Sin más. Como mucho quince e, incluso, nos sobrarían. El resto no son necesarios a menos que expliquen a la gente de a pie cuál es su trabajo y como este realmente nos repercute en nuestro día a día. Que demuestren sus señorías, si pueden, que con la que está cayendo se merecen esos sueldos tan enormes tras permitirse el lujo de dejar el hemiciclo semivacío según avanzan las jornadas de debate.
Ojalá esté equivocado y entonces pediré perdón pero a nivel nacional la mayoría parecen muy alejados de la realidad cotidiana. Ya no solo el presidente Pedro Sánchez con sus 21 ministerios ocupados por hombres y mujeres a los que en muchos casos ni siquiera les ponemos cara, sino también el enorme grupo de la oposición o los de los grupos minoritarios cuyos discursos en su turno de intervención son sencillamente surrealistas. En serio que, con la que está cayendo, con la gasolina como está, con los precios, la luz y las colas del hambre disparadas, ¿es momento de pedir una autodeterminación? En serio, no hay otro momento. En serio no hay que trabajar y buscar alternativas reales… porque yo que no tengo nada en contra de votaciones o referéndums a día de hoy creo que con eso no se come ni se llega a fin de mes. Demuestran, señorías, una vez más que no están al servicio de quien les paga y de quien les votó confiando en que ustedes nos sacarían de esta y no nos hundirían más.
Creo que el señor Sánchez no es culpable de todo a pesar de ser uno de los mayores gafes de la historia de nuestro país. El virus, el volcán de la Palma, Filomena, la Guerra de Ucrania, el calor… no es culpa suya pero si lo es la falta de gestión y previsión. No se puede saber de todo y por eso hay que saberse rodear de expertos pero en este caso hay cargos que dejan mucho que desear… y si no repasen ustedes la lista o ya no se acuerdan de un filósofo como Ministro de Sanidad. Además, hay que actuar, no tener miedo y decir las cosas como son. No engañar porque se pilla antes a un mentiroso que a un cojo y asumir las consecuencias porque va en el cargo y en el sueldo. No todo vale para quedarse en Moncloa por mucho que te lo hayas trabajado durante toda tu vida y en tu interior pienses que no te volverás a ver en una de estas en tu vida. Hace algún tiempo se decía de un político que bajaba todas las mañanas a recorrer su ciudad y hablar con la gente, con su gente, y así conocer lo que pasaba. Le iba bien, la ciudad prosperaba, la gente lo quería… todo lo contrario que ahora con la mayoría viviendo en realidades distintas a la del día a día. Señores, aún hay tiempo para rectificar. No mucho, pero aún hay.