Qué gran lección de fanatismo han recibido los alumnos expulsados de un colegio mallorquín por colgar la bandera española! Eso sí que es educación, ejemplo de esperpento ibérico y una buena prueba de por dónde se pasa la tolerancia tanto cainita que pretende reeducarnos. Si hoy ganamos a Alemania, a mucho resentido le va a dar un síncope.
Los alumnos tenían permiso del tutor, pero una profesora de catalán se negó a dar clase a la vista de la bandera de todos los españoles. Y el director, dando ejemplo de incoherencia y abuso de autoridad, va y expulsa a 32 alumnos. Es de locos, pero muy educativo.
Hoy está muy de moda ofenderse e ir de víctima, especialmente cuando no se tienen argumentos, pero la verdad siempre ha sido la verdad la diga Agamenón o su porquero. Los fanáticos tienen la piel muy fina para enfrentarse a la realidad y por eso quieren cambiarla con sus pajas mentales. Que su mundo triste acabe siendo una pesadilla es su problema, pero que no pretendan joder al resto de la sociedad.
Es criminal que tantos colegios se hayan politizado tan mezquinamente. El disparate comenzó con la anormalización lingüística y hoy no se puede estudiar español en muchos centros. Lo mismo que hacía la dictadura con el catalán o el gallego, todavía más indecente si decimos estar en democracia. Cosas del péndulo histérico.
La situación es esquizofrénica y nadie en Europa entiende tal desaguisado. Francia e Italia también tienen la riqueza de hablar numerosas lenguas, pero no se les ocurre prohibir o limitar el francés o el italiano en su sistema educativo. Y mucho menos expulsan a toda una clase por ondear la bandera de su país, con mundial o sin mundial.