Si en esta vida hay algo detestable es la arrogancia. Si el arrogante, además, es una persona acaudalada, doblemente detestable. La soberbia de la que ayer hizo gala el presidente de la UD Ibiza, Amadeo Salvo, durante su comparecencia telemática, sólo está a la altura del alcalde de Eivissa, Rafa Ruiz. De ahí que el tándem Salvo-Ruiz sea más sólido que la delantera del Real Betis Balompié. Salvo lamenta que el CD Ibiza quiera someter al Ayuntamiento y a un club profesional a «sus caprichos y anhelos». Teniendo en cuenta que él no sólo lo ha sometido, sino que no pierde oportunidad para demostrar que el alcalde es su criado sin librea, el reproche no procede. Cualquiera quiere alcanzar las cotas de poder municipal que ha logrado el propietario del Ajuntament d'Eivissa, quiero decir de la UD Ibiza.
En esta isla nadie sabe nada de fútbol en comparación con Salvo. Eso incluye al alcalde Ruiz, que raramente sabe algo de nada, por lo que en su papel de lacayo del sabio Salvo se encuentra a gusto, por más que parezca un papel más indigno que el papel de estraza.
Sorprende que un político que no pierde oportunidad de presumir, sin la menor razón, de sus orígenes humildes, se haya esforzado tan poco en intentar que el humildísimo CD Ibiza perdiese ante los verdiblancos en el estadio municipal de Can Misses, entregado en régimen de monopolio a Amadeo Salvo. Ese hubiese sido el mejor regalo que se le podía hacer a Amadeo, quien estando su equipo tan cerca de perder la categoría, no puede soportar que el CD Ibiza sea noticia. Por eso, el día del encuentro de su rival, protagoniza una penosa comparecencia para robarles protagonismo. Parece mentira que, sabiendo tanto de fútbol, no haya aprendido que no se puede ganar siempre. Ni teniendo a Ruiz en su equipo.