Amenudo se dice que tener mayores en la familia es una bendición, una suerte. Si los mayores tienen salud, ciertamente lo es. Si no la tienen, es un enorme problema, por más que se capea como se puede, con muy poca ayuda de las instituciones y con muchas trabas de todo tipo. Es cierto que antes de promulgarse la Ley de Dependencia, impulsada por el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero y aprobada por el Parlamento en 2006, la situación era mucho peor, pero eso no puede servirnos de consuelo. La población ibicenca es cada vez más longeva, pero padece patologías crónicas que en muchas ocasiones son incapacitantes o que les convierten en dependientes, lo que requiere atención especializada según cada caso.
La Conselleria de Serveis Socials del Govern informa que cada mes se recibe una media de 100 solicitudes desde Ibiza para valorar el nivel de dependencia de una persona. Se tarda un promedio de 133 días en atender dicha petición, bastante menos que la media estatal. Actualmente hay en lista de espera para entrar en una residencia en Ibiza un total de 158 dependientes, lo cual puede parecer poco, siempre que no sea alguien cercano a ti quien está a la espera de ser admitido en un centro. Si este es el caso, la situación es dramática, porque por más que recibas otras ayudas, siempre insuficientes, la carga (que puede llegar a ser titánica en casos agudos) recae en la familia del dependiente. Y también el coste, que es elevado y no todo el mundo tiene recursos para hacerle frente.
Las Pitiusas necesitan más atención a la dependencia, pues el problema no irá a menos, sino a más. Y del mismo modo que en Mallorca hace tiempo que se trabaja para crear un gran centro espacio sociosanitario en el Nuevo Son Dureta, en Ibiza se echa en falta una apuesta en este sentido.