Confieso que me da pena de Rafa Ruiz. Debe estar pasándolo fatal estos días porque, cuando uno tiene el ego que el aún alcalde gasta, no concibe de ninguna manera que el resto de la humanidad no lo adore por el simple hecho de respirar. Ha sido ese ego, también llamado soberbia o prepotencia, el que le ha llevado al desastre y, lo que es peor, a la humillación. Porque Ruiz ha perdido las elecciones humillado. Una cosa es que el adversario te saque dos concejales de ventaja y otra muy diferente es que sean ocho. Eso no se digiere ni en dos días ni en dos años. Y eso no lo justifica la abstención, por mucho que tus satélites mediáticos así te lo indiquen.
Digo que me da pena porque la gente como Ruiz sufre mucho. Son incapaces de ponerse en la piel de los demás. Pero ellos sufren muchísimo cuando quienes les rodean no les bailan el agua. Y ver que ahora, además de humillado, los tuyos no te hacen ni un miserable retuit, es muy jodido.
A Ruiz le ha venido muy bien que Su Sanchidad convoque elecciones ahora porque así nadie le hablará de la autocrítica, la reflexión o la dimisión. Pero me pregunto qué será de él. Porque tiene que ser emocionalmente difícil eso de pasar de codearte con los poderosos a, de repente, tener que compartir claustro con profesores que te miran de reojo pensando que tienes una plaza que no mereces, por ejemplo. Es verdad que, de la mano de su diario de cabecera, puede dedicarse al golf y sentir que aún pinta algo.
Sea como sea, yo le deseo lo mejor. Porque, además de humillado, se va imputado. Ay, amigo…