Debe ser que, como soy de letras, se me dan muy mal los números, porque escuchando estos días las propuestas económicas de Sumar en mi cerebro solo aparecen restas.
Entre las quiméricas promesas de este partido, que parece desconocer que el dinero que gestiona en Gobierno no es infinito ni sale por ciencia infusa de los cajeros, se encuentra entregar una »herencia universal» de 20.000 euros a todos los jóvenes del país cuando estos cumplan 18 años sin considerar su formación, proyectos, intencionalidad de emprender o renta. En la letra pequeña de este cuento de la lechera se desglosa que, eso sí, no podrán cobrarla hasta que cumplan los 23 años, lo que suma dos legislaturas a esta zanahoria con la que pretende que se muevan los burros. En mi pueblo, donde somos muy llanos, a esto se le llama «señuelo» o, lo que es lo mismo, falacia para cosechar los apoyos de una generación que no se siente identificada con la política y que probablemente pasaría de perderse el 23 de julio un día de piscina o de playa para apoyar sus programas electorales si no les meten una bola bien gorda.
Su pretensión es captar a cerca de dos millones de votantes del limbo, mientras insultan a todos los asalariados, autónomos y empresarios de los que tendrían que salir esos 10.000 millones de euros que les ofrendan. Porque, respóndanme seriamente, así, entre nosotros, ¿no se han planteado alguna vez que quienes trabajamos una media de 12 horas al día de lunes a sábados, arriesgando nuestro capital y salud, adelantando IVAS e IRPF, puede que nos merezcamos el capital que generamos y por el que ya contribuimos generosamente? No les hablo de «grandes fortunas», sino de nosotros, los pequeños empresarios, esos que representamos al 99 % del tejido empresarial y que aportamos el 65 % del PIB a esta España querida y a esta España nuestra. Porque, les voy a ser sincera, yo no he estudiado una carrera, he seguido formándome durante más de dos décadas años, he tenido hasta tres trabajos a la vez y he montado una empresa, para donar el fruto de mi esfuerzo a quienes tienen todo el futuro por delante para ayudarnos a seguir empujando este carro, que pesa mucho y al que ustedes se han subido como parásitos y sin intención de moverlo.
Este bizarro plan se ha canturreado en la misma semana en la que el Círculo de Empresarios nos ha alertado de la necesidad de subir la edad de jubilación hasta los 72 años porque, sentencian, el incremento de nuestra esperanza de vida se va a traducir en la imposibilidad de pagar las pensiones a los hoy cotizantes. Véase, que, si vivimos hasta los 90 o 100 años, estos señores que sí saben de cuentas, dudan de la posibilidad del sistema de sustentarnos todos esos años. Y mientras, los padres de esos jóvenes de 18 años, los mismos que hoy estamos abonando las merecidísimas retribuciones de nuestros maestros y mayores, tenemos dos opciones: o currar hasta que nos duela el alma o asumir que en nuestros años de oro no quedará nada de los lingotes de esta hucha rota. Y la pregunta baila sarcástica entre nuestros dientes, ¿de verdad creen ustedes que es el momento de regalar 20.000 euros a personas que no han hecho nada para merecerlos? ¿En serio les parece positivo alimentar esa cultura que deplora el esfuerzo, el trabajo y el talento y que busca que todos obtengan lo mismo, hagan lo que hagan? La mediocridad y la vagancia nunca deberían premiarse porque al final siempre salen a quemar las calles.
Y perdónenme, porque me he calentado y hoy en este artículo sobre restar quería hablar de muchas más cosas; del levantamiento de la prohibición de fumar en las terrazas, que quienes detestamos este cancerígeno hábito celebrábamos al no vernos obligados a respirar el humo de cigarros y vapeadores; de los británicos que desaparecen cada semana cayendo por los balcones; de las personas que abandonan la isla porque no tienen donde vivir; de los empresarios que sudan la gota gorda porque no encuentran personas que quieran trabajar y las que tienen se las rifan y se las roban; de la lealtad que cada día es más un valor de lujo; del calor que nos tiene agilipollados… en fin, que no sé ustedes pero, a mí, últimamente me da la sensación de que esta sociedad en vez de sumar no hace más que restar. Pero qué voy a escribir yo, si solo soy una mujer de letras.