Tras los frasquitos de aire, sales, perfumes, arenas, pseudo filosofías y diversos ways of life de una isla cuyo solo nombre es la mejor publicidad para las criaturas del marketing, solo era cuestión de tiempo que el fraude llegara a las ancestrales hierbas ibicencas. Centenares de botellas de licor de hierbas han sido decomisadas y se ha avisado a las autoridades británicas para que frenen su venta.
Pero, ¿alguien las ha probado? Sería interesante saber algo acerca de su calidad y si realmente se han producido en Ibiza. Personalmente hago caso de la advertencia de Hemingway acerca de los peligros del azúcar para el gran bebedor y, al revés que los empalagosos barmans de los garitos de moda electrónica, voy con cuidado con las bebidas demasiado dulces. Aún así confieso que he probado con gusto la mayoría de las hierbas oficiales y caseras que se producen en la isla de Bes, pues resulta imposible no caer en tentación tan agradable.
Mis amigos siempre afirman que el número de hierbas debe ser impar y que el siete es clave. Unos las preparan con anís más o menos seco y hasta un sibarita de la estirpe Borgia las hace directamente con potente ginebra very dry pero bien perfumada de enebro. Incluso las he probado con aroma a trufa blanca entre las fieras de San Juan y también he dormido al raso con la grata compañía de alguna botella del Anitas.
Como pasa con las sobrasadas, cada casa ibicenca tiene su secreto dipsómano respecto a las hierbas. Cuestión de costumbres muy antiguas que tienen que ver con festejar la vida y los regalos antes que el comercio.