Cuando se cumple un año de la masacre terrorista de Hamás en territorio israelí, con más de 1.200 personas asesinadas y 251 secuestradas y llevadas a los túneles de Gaza, ¿qué han ganado los autores de aquella salvajada? La situación ahora mismo en toda Palestina y Oriente Medio es mucho peor que antes del 7 de octubre de 2023. La destrucción y muerte a lo largo y ancho de Gaza, la mayor cárcel a cielo abierto del mundo, es máxima. Me pregunto si aquellos que celebraban con euforia el duro golpe infligido al pueblo judío en su propia tierra, todos hemos visto las imágenes con que recibían a los civiles capturados como rehenes, de los que se calcula que ya sólo deben quedar vivos medio centenar, y eso con mucha suerte, tendrán ahora mucho por lo que felicitarse. Gaza es un lugar sin futuro gracias a Hamás. La violencia engendra violencia. Aquel ataque cruel y despiadado ha traído la guerra de un ejército poderoso y sediento de venganza combinada con la necesidad de acabar con la amenaza descubierta trágicamente ahora hace un año. 41.800 gazatíes han perdido la vida. Algunos creen que se trata de un auténtico genocidio. Cada vida inocente sacrificada es un drama por sí mismo. ¿De qué ha servido que Hamás y Hizbulá hayan atacado a Israel? A que las Fuerzas de Defensa de Israel devuelvan cada golpe multiplicado por diez. A ningún ejército ni a ningún Estado se le puede pedir que se quede cruzado de brazos ante semejante ataque. Mientras, Irán, el régimen de los ayatolás se regocija al ver a medio mundo clamando por la paz; cuando las exigencias de alto el fuego sólo se dirigen al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu. Los enemigos del pueblo judío harían bien en entender que cada ataque será contestado, sin excepción. Y mientras tanto, seguiremos apilando cadáveres de seres inocentes, en una guerra que nadie ganará.