Salgo de la rueda de prensa del conseller de Vivienda, José Luis Mateo, con una empanada mental considerable. No sé si es la acústica del antiguo salón de plenos de Vila o que, entre tanto número, acaba una confundida por aquello de ser de letras puras. La realidad es que con esto de la vivienda he aprendido a ir más allá de la prudencia. Y no echaré las campanas al vuelo hasta que vea cómo se entregan las llaves de las 1.350 viviendas que Mateo dice que se harán de aquí a 2027 en la isla.
Tenemos como ejemplos Can Escandell y la promoción de Isidor Macabich. La primera, con unas 450 viviendas para alquiler asequible, la promueve el Gobierno central y, después de una década, ahora se supone que van a hacer las calles. Ya podía Ábalos haberse dado en Can Escandell la misma prisa que parece que se dio en otros negocios. Pero, bueno, que ahí estamos, esperando las calles.
La de Macabich es una promoción del Ibavi. La inició, es justo reconocerlo, el anterior titular de Vivienda, el socialista Josep Marí Ribas. Logró que Vila cediera al Ibavi un solar valorado en unos 12 millones de euros y sacó la obra a concurso por un presupuesto de unos 10 millones. Nadie se presentó y fue el Govern Prohens el que subió el presupuesto un millón más. Y se adjudicó. Y ahí siguen las grúas paradas por no sé qué del subsuelo. El edificio, de 66 viviendas, tendría que estar hecho el año que viene pero me temo que no será así.
Del programa de Lloguer Segur, casi mejor ni hablar. Por mucho que Mateo diga que está dirigido a la clase media, pagar 1.400 euros de alquiler es un pico difícil de asumir, considerando los sueldos medios de esta isla. Ni siquiera saben cuántas viviendas podrían acogerse. Deberían mirarse la encuesta de Ruiz y Morrás y así, al menos, justificaríamos habernos gastado 400.000 euros en fum, fum, fum.