La catástrofe ocasionada por la DANA en Valencia ha dejado una profunda huella de destrucción y desolación, pero también una sensación de abandono e indignación entre los afectados. Las intensas lluvias y la devastación resultante han puesto de manifiesto una alarmante falta de liderazgo por parte de las autoridades. Nadie parece querer ponerse a los mandos y la ineficacia es pavorosa, aumentando el sentimiento de desprotección entre los damnificados. La falta de respuesta eficaz por parte del Govern de la Generalitat y también del Gobierno de España ha avivado la rabia de la ciudadanía, que percibe que las autoridades han priorizado sus intereses políticos sobre las necesidades más urgentes de los afectados. A la calamidad meteorológica se suma una catastrófica dirección política, en la que la población observa cómo, en lugar de respuestas rápidas y efectivas, los dirigentes políticos parecen más centrados en cálculos electorales y en proteger su imagen. Cuando se cumple una semana de la mortal riada, muchos pueblos no han recibido ninguna ayuda; y dónde se ha recibido, es insuficiente. En este contexto, las visitas de los reyes, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, son completamente inconvenientes. Lo que sucedió el domingo era más que previsible y poco pasó. El descontento se ha traducido en protestas y críticas hacia un sistema de emergencia que carece de los recursos necesarios para afrontar este tipo de catástrofe. Las redes sociales y los medios de comunicación han servido de plataforma para expresar la indignación generalizada y exigir una respuesta contundente. Pero la falta de liderazgo que se percibe supone un mazazo brutal del que sólo nos libraremos poniendo de patitas en la calle a quienes pretenden salvarse con la política de «el uno por el otro, la casa sin barrer».
Opinión
No hay nadie a los mandos
Joan Miquel Perpinyà | Ibiza |