Hasta hace dos días, que los agentes de la UCO desembarcaran en una institución era motivo de vergüenza para todos. La corrupción, ese gran agujero negro en el que se dilapidan buena parte de nuestros recursos, nos generaba una mezcla de pena e indignación. Y los políticos afectados procuraban pasar desapercibidos hasta que la cosa se aclarara. En la Formentera de noviembre de 2024 sucede todo lo contrario.
Yo nunca he visto que diferentes cargos públicos anden a la greña para hacer suya una intervención judicial y policial que debería tratarse con cierta prudencia. No sabemos realmente por qué la UCO fue al Consell en octubre, en base a qué interrogó a políticos y funcionarios y qué consecuencias puede tener todo esto. Lo más acojonante es que ni siquiera sabemos si fue por la denuncia de Córdoba (sobre la que hay, al menos, cierta constancia por escrito) o por la de Sa Unió. A mí me dicen que esto sucede en otro lugar de España y estallaría en carcajadas ante semejante dislate.
Hay algunos detalles que, no obstante, creo que no deberían pasar desapercibidos. Por ejemplo, la UCO interrogó a Verónica Castelló, lo ha dicho ella misma, durante tres o cuatro horas. También estuvo con el secretario del Consell. Y con otra consellera de Sa Unió. Sin embargo, si la denuncia que investiga es la de la coalición, que tiene como único señalado a Llorenç Córdoba, ¿cómo es que aún no le han interrogado? Lo mismo están recopilando información. O quieren tenerlo todo atado y bien atado antes de someterle a sus preguntas. Pero, miren, tot plegat, es un espectáculo lamentable. «Estamos hasta los cojones», me comentaba una persona en la isla esta semana. Y eso es lo que realmente debería preocupar a todos porque hay muchos iluminados, tipo Puigdemont o Alvise Pérez, que crecen en situaciones como esta. Y no sé hasta qué punto nos merecemos este despiporre.