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Gran hermano turístico

Al fondo, un conocido hotel de Sant Antoni | Foto: Irene Arango

| Ibiza |

Gran Hermano se muda al turismo: el Decreto que pone al Ministerio del Interior como tu nuevo recepcionista promete transformar nuestras vacaciones en algo más parecido a un episodio de Black Mirror que a una postal de verano. Ahora, hoteleros, agencias de viajes, empresas de alquiler de vehículos y hasta gestores de casas rurales tendrán que informar al Ministerio del Interior sobre nuestras reservas aportando nada menos que hasta 43 datos sobre ellas. Lo que en apariencia podría sonar como un noble esfuerzo por mejorar la seguridad, también abre la puerta a un laberinto de vigilancia, burocracia y dudas sobre la privacidad.

Es cierto que la seguridad es un asunto importante, pero este decreto parece mezclar churras con merinas. En el eterno debate libertad frente a seguridad, la izquierda intervencionista siempre lo ha tenido claro: más Estado, más control, más límites. A los hoteleros se les impone ahora una carga administrativa más. Como si no tuvieran ya suficiente con lidiar con clientes que no saben usar cafeteras o viajeros que exigen descuentos imposibles porque «en internet ponía otra cosa». La cuadratura del círculo ver cómo caía el sistema en su primer día de funcionamiento en diciembre (imagínese en agosto).

Es crucial cuestionar estas medidas que, bajo la bandera de la seguridad, erosionan derechos fundamentales. Hoy entregamos al Estado la llave de nuestras reservas; mañana podría ser el acceso a nuestras conversaciones.

Queda por ver si este decreto realmente contribuirá a la seguridad o si será otro ejemplo de confusión entre vigilancia masiva y eficacia. Mientras tanto, no olviden saludar a la cámara de recepción. Tal vez sea su última oportunidad de privacidad antes de que el recepcionista trabaje para el Ministerio del Interior.

2 comentarios

Neus Buc Neus Buc | Hace un año

El paral·lelisme amb Orwell és inevitable quan parlem d’un “Gran Hermano turístic”, però atribuir aquest control exclusivament a una ideologia política és una simplificació que flaqueja. No oblidem que fa només unes setmanes la dreta i la ultradreta reclamaven instal·lar càmeres al voltant dels espais esportius per combatre la violència. Aleshores, on queda la llibertat? Si és l’esquerra qui proposa mesures de control, és totalitarisme; si és la dreta, és seguretat. La doble vara de mesurar, de nou, en plena acció. El problema del control social i la vigilància és molt més profund que una disputa entre partits. No és patrimoni d’una ideologia concreta, sinó el reflex d’una societat que ha normalitzat la pèrdua de privacitat en nom d’una seguretat que sovint només maquilla problemes estructurals. No és l’esquerra ni la dreta qui instal·la càmeres, sinó un sistema que no sap —o no vol— abordar les arrels dels problemes: des del desgavell urbanístic fins a l’excés de dependència del turisme. Orwell va advertir del control absolut, però també del discurs que divideix la societat en bons i dolents per mantenir-nos enfrontats. I aquí, tots tenen les mans brutes.

user Ibiza_Luxury_Magreb | Hace un año

Más gasto en personal y mayor carga para los empleados

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