Cuando se encontraba solo, el aventurero Giacomo Casanova siempre invitaba a comer a la primera persona que encontraba interesante. La buena mesa compartida aumenta el placer y la conversación es un arte que hay que cultivar. ¿Sus gustos culinarios? Caza, salmonetes, cangrejos, ostras, hígado de anguila, pasta al burro, quesos descompuestos, todo acompañado de champagne, borgoña, graves… Lo mismo hacía Alejandro Dumas, también gourmet y gourmand, autor de un formidable diccionario de cocina. Ambos eran grandes amantes de la vida y magníficos cocineros. Y también se les podría aplicar la etiqueta de gastrósofos, término que sacó a relucir Daniel Busturia en la entrega de premios de la Academia de Gastronomía de Ibiza y Formentera: Gastrosofía «es la ciencia de los apetitos, los gozos y los sentimientos; se fusionan en esta ciencia por igual el conocimiento culinario con el placer por la comida, la bebida, el erotismo, la música y las costumbres. Es denominado como el arte de los placeres de la mesa».
El acto de entrega fue en la Escuela de Hostelería pitiusa, donde nos sirvieron una coca sublime y un revitalizante Sofrit Pagès (infalible contra la resaca) bien regado por dionisiacos vinos de Can Rich. Allí charlé con los portentosos cazadores de becadas de Cas Milà, con Marta Torres y su madre, Maricarmen, cocinera espléndida que ensalza las virtudes del azafrán contra el aberrante colorante y detesta la salsa de tomate Solís, con los amigos de La Escollera, Ca n`Antonia y Can Bellotera, con Alberto Pacheco, de Es Fumeral, ¡gozosas brasas frente al mar!, con Savariaud de Es terral, quien dice que me invitará al taxi de vuelta cuando pague la cuenta en su restorán… y esa al.lota estupenda, Esther Matutes, que con buen sentido siempre me dio calabazas que debía digerir con estilo gastrósofo y mucho vino.