La ibicenca Úrsula Costa es a sus 37 años uno de los grandes referentes a nivel europeo en el campo de la innovación aplicada al sistema sanitario. Tras estudiar en Barcelona y doctorarse en Fisioterapia con especialización en neurorrehabilitación, hace ocho años se marchó a trabajar a Suiza donde actualmente desempeña una importante labor en DayOne, una iniciativa de BaselArea para empoderar a las empresas con innovaciones en el campo del diagnóstico, el tratamiento, la prevención y la comunicación con pacientes y cuidadores y la transformación de la atención médica. Por ello es una voz tremendamente actualizada para hablar de las diferencias con España, de la situación en Ibiza y del futuro de la sanidad a corto y largo plazo.
— ¿En qué consiste fundamentalmente su trabajo en Suiza?
— Soy directora de innovación en salud en BaselArea, liderando una iniciativa del gobierno de Suiza y la Agencia Nacional de Innovación que busca garantizar que la innovación se use en beneficio del paciente y se desarrolle de forma conjunta con profesionales sanitarios, industria farmacéutica, startups, compañías de seguros, organismos reguladores y, sobretodo, pacientes y sus familias. Mi principal objetivo es garantizar que se dan los pasos adecuados para tener un sistema de salud de calidad y sostenible en Suiza.
— ¿Y eso es fácil de conseguir?
— Los sistemas sanitarios actuales son insostenibles a largo plazo en la mayor parte del mundo. Con una población cada vez más mayor y un porcentaje de personas con enfermedades crónicas en aumento, es prácticamente imposible garantizar una asistencia de calidad en el futuro sin innovar.
— ¿Por falta de recursos?
— Puede ser pero el problema es más profundo. Hay estudios de economía en salud donde ya se habla de casi un 50% de los recursos invertidos como «malgasto» sanitario. Necesitamos redefinir cómo tiene que ser el sistema de salud del futuro, centrado en el paciente y en mantener la salud más allá de un sistema para curar enfermedades.
— ¿Y usted qué propone?
— Siempre se ha dicho que prevenir es mejor que curar, pero esto no se refleja cuando visitamos hospitales hoy en día. Tampoco vemos a menudo terapias individualizadas, donde se ofrezcan las mejores opciones para una persona en concreto, sino que se tiende a usar un protocolo o recomendación que sirve para la población general, sin tener seguridad de que sea la mejor opción para cada persona concreta. Por eso en mi trabajo intentamos asegurar que nos movemos en la dirección correcta y que cuando se innova se haga junto a los pacientes y sus familias buscando nuevos modelos de asistencia más allá del desarrollo de tecnologías o nuevos fármacos.
— ¿Y eso es posible?
— Por supuesto. Tenemos que centrarnos en cómo conseguir que las personas puedan manejar su enfermedad de la forma más independiente e individualizada posible y en cómo tiene que ser la asistencia del futuro.
— ¿Y cómo cree usted que debería ser?
— Hoy en día, tenemos la tecnología y las soluciones a nuestro alcance pero necesitamos usarlas de una forma óptima para que tengan efecto en las personas. No sirve de nada seguir desarrollando tecnología si no tiene un impacto claro en la calidad o la sostenibilidad del sistema sanitario.
— Usted estudió fisioterapia en Barcelona ¿Por qué se decantó por esta carrera?
— Casi por casualidad. En realidad quería ser médico y dedicarme a la investigación en oncología o neurología. Eran dos campos donde he vivido la enfermedad muy cerca y mi motivación era que las personas que sufriesen enfermedades oncológicas o neurológicas en el futuro pudiesen tener los mejores cuidados posibles. Perder a mi madre por un cáncer y sufrir una lesión medular de adolescente hicieron que mis prioridades en la vida se centrasen mucho en esos campos. Por diferentes motivos, no conseguí entrar en medicina en Barcelona y me marché a estudiar Fisioterapia confiando en hacer un cambio de carrera al cabo de un año.
— ¿Y luego porque decidió adentrarse en el campo donde trabaja actualmente?
— Fue en la carrera, cuando descubrí que el sistema de salud y la investigación van mucho más allá de la medicina y que podía dedicarme a la investigación desde un ámbito totalmente diferente. Y a día de hoy me alegro de la «mala suerte» de no entrar en medicina (Risas).
— ¿Por qué?
— Porque descubrí que la salud no se puede concebir sin el trabajo en equipo de muchos profesionales sanitarios, y actualmente me siento orgullosa de poder representar y demostrar que es posible tener una gran carrera en el ámbito científico y de innovación desde profesiones como la fisioterapia, la psicología o la enfermería, a menudo mal entendidas como secundarias.
— ¿Y por qué dio el salto a trabajar en Suiza?
— Yo no elegí Suiza, Suiza me eligió a mi (Risas). Tras 11 años estudiando en Barcelona, dos masters, un doctorado y la increíble oportunidad de haber crecido y aprendido como profesional en el Institut Guttmann, me surgió la posibilidad de dedicarme a la innovación en tecnologías para neurorrehabilitación en la ciudad suiza de Zúrich. Cuando llegue no sabía muy bien qué me iba a encontrar porque en 2014 en España era difícil imaginar a una fisioterapeuta, con carrera investigadora, trabajando dentro de una empresa para desarrollar productos médicos. Pero me atreví, y la acogida y la experiencia no han podido ser mejor.
— ¿Qué recuerda de aquellos primeros años?
— Fueron muy buenos porque pude viajar por todo el mundo y aprender cómo la tecnología, usada al servicio de las personas, puede cambiar un sistema de salud de la misma forma que los móviles u otras tecnologías han cambiado nuestro día a día en los últimos 20 años. Me dediqué a aprender y entender cómo transformar hospitales de rehabilitación para hacerlos más humanos, para ayudarles a implementar los últimos avances científicos a pie de consulta y cómo usar la tecnología en beneficio de la salud sin que fuese una carga. Además, con el tiempo, he ido creciendo y expandiendo el foco para acabar liderando proyectos de salud en diferentes ámbitos, más allá de la neurorrehabilitación o la fisioterapia.
— ¿Qué diferencias hay entre Suiza y España en lo que respecta a su trabajo?
— Son sistemas muy diferentes. En España la innovación en salud sigue viniendo en su mayor parte a través de inversión pública. Es increíble ver la capacidad de innovar de hospitales punteros en España y como se consigue pero luego llegan las preguntas de quién puede pagar por ello, cómo lo sacamos del laboratorio o cómo lo llevamos a la consulta y nos damos cuenta que no estamos preparados. En España hay un nivel científico muy alto pero a menudo desconectado de las necesidades de los profesionales sanitarios de primera línea y los pacientes. Mientras, en Suiza hay más colaboración público privada por lo que es más habitual tener departamentos de innovación en empresas que permiten poner más foco en conseguir que la investigación de laboratorio llegue a un producto y por lo tanto a los pacientes.
— ¿Esto afecta al resultado final?
— No creo. A pesar de las diferencias en la forma en que se afronta la investigación, los retos básicos son los mismos, y de momento, no hay soluciones mágicas en ninguno de los dos países.
— Pero en España siempre se habla de un éxodo de investigadores a otros países y usted es un ejemplo de ello…
— Es que, por ejemplo, cuando pienso en mi profesión, gestionando salud digital a nivel nacional, la mayor diferencia que veo con España es el reconocimiento y la cantidad de talento que puedo tener a mi alcance. Suiza es capaz de atraer a personas de todo el mundo que quieren cambiar las cosas y ésta capacidad se reconoce y se valora. En España cada vez hay más programas similares pero cuando miro la calidad de las ofertas de trabajo, la diferencia es abismal.
— ¿Y los salarios?
— Ese es otro gran problema junto al reconocimiento de la profesión o la red de servicios y soporte a la innovación. Todo eso en Suiza es mucho más fácil. Aquí nadie se cuestiona que roles como el mío son necesarios, se nos exigen resultados tangibles y mientras los podamos demostrar, se aprecia el trabajo.
— Y centrándonos en Ibiza, usted como investigadora nacida en la isla, ¿qué opina de la situación actual con la falta de profesionales sanitarios?
— Es un problema muy grave, sobre todo por la insularidad. Pero también es cierto que no es exclusivo sino un problema que se ve en la mayor parte de países occidentales. En Suiza, tenemos el mismo problema en las zonas de montaña o rurales donde no hay suficientes médicos y no se les puede formar ni pagar al ritmo que sería necesario.
— Pero esto ha pasado a ser un problema de primer orden…
— Sin duda. Contratar a suficiente personal, ofrecerles un trabajo y condiciones estables es imprescindible, pero con una sociedad con cada vez más esperanza de vida y un mayor porcentaje de pacientes con enfermedades relacionadas con el estilo de vida, no es posible aumentar los recursos de forma indefinida.
— ¿Y cómo hacemos?
— Necesitamos hacer un «reset» y centrarnos en tener menos gente enferma, que necesiten menos los sistemas de salud, y centrarnos mucho más en la calidad más que en la cantidad si queremos tener un servicio de salud sostenible. No es solo un problema de recursos, sino de cómo se usan y se distribuyen. Hoy en día, un profesional sanitario «pierde» entre el 20 y el 30 por ciento del tiempo en tareas administrativas que un ordenador u otros profesionales podrían hacer sin problemas.
— ¿Demasiada burocracia?
— Sí. Hay que trabajar para que los médicos vuelvan a hacer de médicos y tengan soluciones a su alcance que les liberen. Hay que volver a replantear qué partes son importantes y aportan valor y qué cosas podemos dejar de hacer porque son ineficientes e inefectivas. Desgraciadamente todo gran cambio, requiere inversión, tiempo y educación y ahora mismo no se está trabajando en ninguna de ellas.
— ¿Se ha planteado en algún momento volver a Ibiza?
— Ojala algún día todas las regiones de España tengan un gestor de innovación en salud que no sea un cargo político y pueda volver, pero creo que está bastante lejos de la realidad. De momento, seguiré viniendo en verano, en Navidades y en escapadas cortas y disfrutando de la isla como visitante.
— ¿Cuáles son sus sueños o metas futuras?
— Sueño con el día en el que las personas vivamos con salud el máximo de tiempo posible, y que cuando enfermemos, recibamos un tratamiento humano y personalizado. Si consigo que con mi trabajo nos acerquemos un poco más a ello, habrá valido la pena el esfuerzo. Mientras, seguiré trabajando duro para inspirar y motivar a todos los implicados en el cambio, pero sobretodo, para apoyar proyectos que permitan hacerlo una realidad a corto plazo.