Este viernes a las 20.30 horas el centro cultural de Jesús acogerá la presentación de Alzar el vuelo con las alas quemadas, un documental sobre la vida y obra del poeta ibicenco (aunque él insista en ser extremeño-andaluz) Julio Herranz, dirigido por su amigo Fernando Monge. A pesar de que la cinta se centra en la figura del poeta, su relación con Monge, más que un tema en segundo plano, podría interpretarse como el verdadero motor del proyecto. «La culpa (del documental) es de Julio», bromea Monge. ««La culpa es de la amistad», responde Herranz, entre risas.
Esa amistad ha sido clave para el desarrollo del documental y Monge no duda en reconocer que «me facilitó mucho el trabajo». La complicidad entre ambos queda evidente cuando Herranz le pregunta: «¿Cómo lograste que hablara tanto?». «¡Tienes el gatillo fácil!», replica Monge. El director confiesa que, en ese sentido, su técnica consistió en «escuchar y contener las ansias de preguntar», a lo que Julio añade: «Es como en El loco de la colina, esos silencios...». «En mi caso», comenta Monge, «los silencios son porque me quedo en blanco».
Monge describe su obra como «un documental hecho a pelo», alejado de la narrativa tradicional. «Inicialmente, no era la idea hacerlo tan minimalista», apunta Herranz, quien recuerda rodajes en la cueva de Alberti y otros lugares que finalmente no se incluyeron. «La manera en que Julio se expresa, el histrionismo de Julio cuando habla y mueve sus manos, que parecen palomas ya llenaba la pantalla», explica el director. «Debería haber sido bailarín», añade, a lo que Herranz, con su habitual humor, responde: «Siempre he sido buen bailarín, como mi padre, que fue campeón de tango».
Gracias a su larga relación, Monge logró lo impensable: que Herranz abriera las puertas de su casa, algo poco habitual para el reservado poeta. «Me sacó más de lo que esperaba», admite Herranz, quien reconoce que «soy arisco con las visitas». Aun así, el resultado final refleja una intimidad que el propio poeta no anticipaba. «Fernando tiene una sensibilidad artística increíble, tanto como fotógrafo y cineasta, y eso se nota en cómo consigue que me abra de forma tan natural».
El documental aborda temas personales que van más allá de la poesía, incluyendo reflexiones sobre la condición sexual de Herranz, la muerte y su enfoque hacia la vida: «He tenido que renunciar a una mitad de mi vida para controlar la otra; no se puede abarcar todo», cita el poeta, haciendo referencia a las palabras del filósofo George Santayana.
Herranz también reconoce que el proyecto lo dejó más expuesto de lo que imaginaba: «Me esperaba algo más convencional, pero terminé desnudando mi alma más de lo previsto». Al mismo tiempo, su postura crítica hacia el arte queda clara: «Critico a quienes siempre llevan el uniforme de poeta. Yo solo me lo pongo cuando necesito escribir; el resto del tiempo soy otro hijo de vecino más». Esta autenticidad es precisamente lo que más fascina a Monge: «Para Julio, el arte no es una pose de cara a la galería, para él la poesía no es más que una exudación de su vida».
La intimidad del documental alcanza momentos de gran simbolismo, como cuando Herranz recita uno de sus poemas: «Si no pierdo la fe en mi memoria, mi fértil corazón se parará un día de tanto amar». Dos años después de escribir esos versos, Herranz sufrió un infarto, algo que él mismo describe como «una premonición».
El rodaje de Alzar el vuelo con las alas quemadas comenzó a principios de 2020, justo antes de que la pandemia llegara. «Terminamos cuando se relajaron las restricciones», recuerda Monge. Este es el primero de una serie de documentales que el director planea sobre poetas ibicencos, un proyecto personal que Monge gestiona sin prisas. «Hacer documentales me permite trabajar sin calendario, entre curro y curro», explica, y añade con humor: «Además, me mantengo en forma profesional y mentalmente. ¡Así puedo seguir pensando que hago cine!».
La relación entre ambos no es nueva. En los años 90, Monge y Herranz ya colaboraron en uno de los primeros cortometrajes rodados en Ibiza, El alumno, dirigido por Monge y con guion y protagonismo de Herranz.