Este verano, Ibiza celebra uno de sus aniversarios más emblemáticos: 28 años de Namasté, una de las fiestas más queridas y longevas de la isla, nacida en el corazón de Las Dalias y transformada con el tiempo en un símbolo de espiritualidad, música y convivencia.
Lo que comenzó a mediados de los años 90 como un encuentro entre amigos —Alok, Merel, Jon Michael, Belinda y unos cuantos más… — se convirtió en un movimiento que va mucho más allá de una fiesta. El objetivo era claro: crear un espacio donde la música, la creatividad y la amistad pudieran celebrarse de manera auténtica, abierto a todas las edades y a todas las almas.
En sus primeros pasos, Namasté fue un acto sencillo y profundamente humano: amigos reunidos en círculo, compartiendo canciones, tambores, voces y sonrisas. Cada aportación era bienvenida y el gorro que pasaba de mano en mano no representaba un precio, sino un gesto de gratitud y apoyo colectivo. Así, de manera orgánica, se fue tejiendo un proyecto que nunca nació con fines de negocio, sino como un espacio para celebrar la vida en comunidad.
Uno de los rasgos más poderosos de Namasté, desde sus orígenes hasta hoy, es su espíritu inclusivo. Desde el principio, no importó de qué religión vinieras, de qué color fueras o qué pensamiento tuvieras: Namasté abrió siempre sus brazos a todos por igual. Sin etiquetas, sin fronteras, con la convicción de que lo que realmente une a las personas no son sus posesiones materiales ni su estatus, sino su capacidad de compartir y celebrar juntos.
A lo largo de casi tres décadas, Namasté se ha consolidado como un ritual semanal en Ibiza y un símbolo cultural de la isla. En un entorno marcado por el turismo de lujo y la oferta nocturna más intensa del Mediterráneo, Namasté ha mantenido vivo un espíritu alternativo, comunitario y profundamente humano. Cada miércoles en Las Dalias, la fiesta ofrece un recorrido sensorial: música en directo, danzas, performances, decoración artesanal, aromas del mundo y una atmósfera donde conviven generaciones y culturas.
Y lo más bello: aquellos que llegaron en brazos de sus padres, siendo apenas bebés en los primeros años de Namasté, hoy ya son adultos y muchos de ellos vienen con sus propios hijos. Así, la celebración ha pasado de una generación a otra, y se ha convertido en un legado familiar que une a abuelos, hijos y nietos en una misma danza. Namasté Ibiza es, en sí mismo, un árbol genealógico vivo, donde las raíces se hunden en la historia y las ramas se abren al futuro.
En palabras de sus fundadores y de la comunidad que lo ha mantenido vivo:
«Namasté Ibiza no es solo una fiesta. Es una familia, un abrazo, el latido de una comunidad que nunca dejó de soñar. Es una forma de vida»
Hoy, al celebrar sus 28 años, Namasté reafirma su propósito original: seguir siendo un espacio de unión, arte y espiritualidad en el corazón de Ibiza, recordando a todos que la verdadera celebración no está en lo que tenemos, sino en lo que compartimos.
«Un agradecimiento especial a Las Dalias y a todo su equipo,y un saludo lleno de luz a Juanito y a Sena, guardianes y protectores de este lugar que nunca dejó de soñar», afirman desde Namasté.