La Font de Cas Ramons se volvió a llenar de vida con la celebración de una ‘festa de pou’ que reunió a vecinos y visitantes en torno a las costumbres más arraigadas del campo ibicenco. En un ambiente festivo y familiar, la jornada rindió homenaje a las tradiciones rurales de la isla con un programa que incluyó ball pagés, juegos tradicionales, bitlles, cantadors, sonadors de xeremia y hasta un concurso de ucs.
La cita estuvo organizada por el Grup de Balls Tradicionals Santa Gertrudis, que desde hace años trabaja por mantener vivas las danzas y costumbres de Ibiza. Con su participación, el evento recuperó el espíritu de las antiguas ‘festes de pou’, celebraciones populares en torno a pozos y fuentes donde antaño se reunían los vecinos para compartir comida, música y conversación.
La fiesta tuvo lugar en Can Joan de Cas Ramons, una casa centenaria que perteneció a Ignacio Wallis y que conserva el encanto de la arquitectura rural ibicenca. Su entorno, cuidadosamente preservado por el actual propietario Joan Torres, se convirtió en un escenario ideal para esta jornada de cultura y convivencia. Cabe destacar la belleza del pozo, perfectamente conservado, que fue el punto de encuentro de las actividades y símbolo del vínculo entre la comunidad y su territorio.
La tradicional ballada pagesa se completó con la participación de diversos cantadors, que interpretaron gloses y canciones populares transmitidas de generación en generación, aportando emoción, humor y memoria colectiva a la velada, además de la sorprendente sonada de xeremia protagonizada por dos generaciones diferentes y distantes.
A lo largo de la tarde se celebraron también juegos tradicionales que despertaron la competitividad amistosa entre los asistentes, tanto mayores como pequeños.
La celebración se prolongó hasta el atardecer, entre risas, baile y cantos, con una amplia participación vecinal y un ambiente de comunidad que recordó el valor de las tradiciones como nexo entre generaciones.
La festa payesa de la Font de Cas Ramons se consolidó así como una de las citas más entrañables del calendario popular, uniendo cultura, patrimonio y convivencia en un entorno de gran valor histórico y natural. En un tiempo en que las raíces y la identidad rural corren el riesgo de diluirse, encuentros como este demuestran que el espíritu payés sigue tan vivo como el agua que brota del pozo.