Durante casi cinco décadas, el bar Leopoldo’s ha sido mucho más que un lugar donde tomar un café o sentarse a comer en Ibiza. Ubicado en el corazón del barrio de es Viver, pronto se convirtió en el punto de encuentro más cotidiano para vecinos, trabajadores y algún turista que buscaba una cocina casera, un ambiente familiar y una conversación sincera al otro lado de la barra. La historia del local es también la historia de quienes lo levantaron y le dieron alma, como Benigno Rodríguez —Beni— y María Macia, que durante treinta años convirtieron el bar en una extensión del hogar para varias generaciones.
Origen
El origen del establecimiento se remonta al primer Leopoldo, el padre de Francisco, quien abrió el bar y le puso su nombre como homenaje. Tras algunos cambios de gestión, en 1994 el gallego Benigno Rodríguez, Beni, que había trabajado en el local durante dos años como camarero, se hizo cargo del negocio. «Francisco estuvo un par de años antes de que lo alquilara Roberto, que estuvo unos siete años antes de que lo llevaran Amable y Olegario», explicaba Rodríguez a Periódico de Ibiza y Formentera justo antes de su jubilación, señala respecto a la relación de responsables que ha venido teniendo el establecimiento antes que él mismo se hiciera cargo del negocio.
Lo hizo con ilusión, pero también con visión: «Le cambié el suelo, el toldo y monté una cocina de verdad, porque antes solo había un fueguecito y una plancha», recuerda. Junto a él, María Macia asumió las riendas de la cocina y juntos fueron tejiendo una carta que mezclaba tradición gallega y sabor ibicenco.
Entre los platos más recordados por la clientela destacan el pulpo a la gallega —que María cocinaba con mimo, «más tiempo de lo habitual para que quedara más blandito, como aquí gusta»— y el rabo de toro, un guiso que se convirtió en un clásico del Leopoldo’s. Pero el verdadero secreto del bar no estaba solo en la comida: «Aquí nunca se ha usado nada congelado. Siempre hemos trabajado con productos frescos, comprando cada día, y eso la gente lo nota».
A lo largo de los años, el Leopoldo’s fue ganando una clientela fiel que lo convirtió en parte de su rutina. Algunas mesas estaban ocupadas por los mismos comensales día tras día, y no era raro ver a familias enteras pasar por allí para celebrar un cumpleaños, ver un partido o simplemente saludar. «Lo mejor ha sido el trato con la gente. Muchos han venido cada día durante años, y eso te llena. Me ha gustado lo que he hecho», confesaba Beni antes de servir sus últimas raciones de pulpo el 30 de junio de 2024.
Nuevo comienzo, misma esencia
El cierre de esa etapa no significó el final del Leopoldo’s. Laura Quinteros, una clienta habitual —«venía muy a menudo a desayunar con mi amiga Mari, que vive al lado, cuando nuestros hijos, Christopher y Sheila, eran bebés»— tomó el relevo con el compromiso de mantener el espíritu del local. Aunque con algunas mejoras y su propio sello, su intención fue clara desde el principio: conservar la esencia del lugar que tantos recuerdos había dejado en el barrio. «Beni y María trabajaron muy duro y durante muchos años para conseguir este espíritu. Además, siguen viniendo muy a menudo y nos guían muchísimo desde el otro lado de la barra», cuenta Laura.
Con más de veinte años de experiencia en hostelería, Laura no tiene dudas a la hora de nombrar a Beni y María como dos de sus maestros, junto a la propia clientela del Leopoldo’s, que, según dice, «cada día me enseña algo nuevo y ha tenido siempre una paciencia que es de agradecer». No se olvida tampoco del papel clave que jugaron Pepín y Viky durante dos décadas en su formación en el restaurante Sa Caleta: «Más que unos jefes excelentes eran como unos padres. Crecí junto a ellos y siempre me ayudaron en todo lo que pudieron. Siempre les estaré muy agradecida, tanto a ellos como a su hijo, Jordi».
Identidad
Sin dejar de mantener la esencia del bar de barrio que el trabajo de Beni y María dejó impregnado en el ambiente, Laura ha sabido añadir su propia personalidad, tanto en la decoración —«hemos puesto una pared de flores, pulido la barra de acero inoxidable y quitado la pintura de la pared de ladrillos»— como en la oferta gastronómica. «Seguimos haciendo el famoso pulpo a la gallega tal y como lo hacían Beni y María, pero además ahora ofrecemos una variedad de tapas, y tanto la frita de pulpo como las albóndigas se están convirtiendo en las estrellas del bar».
Clientela
Su toque personal ha fidelizado a nueva clientela, que se une a quienes siguen disfrutando del ambiente de siempre. José, también profesional de la hostelería, lo resume así: «Antes de que llegara Laura no solía venir, ahora vengo siempre que puedo. Es una gran profesional».
Sin embargo, el vecindario de es Viver sigue siendo el verdadero pilar del local. Su amiga Mari sigue siendo clienta a través de las décadas, y valora especialmente la renovación: «Laura le ha dado un giro estético de 180 grados, y todo lo que ha cambiado ha sido para bien». Su hija Sheila, ya mayor de edad, sigue frecuentando el bar que la vio crecer: «Vengo mucho con mi familia, y es que Laura es como una más de la familia», asegura. Aunque también confiesa entre risas que no es el mejor lugar para quedar con amigos: «¡Aquí me tienen demasiado controlada!».
Paco, vecino del barrio durante años, mantiene su rutina intacta: «Ahora es mi hijo quien vive al lado del bar, pero yo sigo viniendo a desayunar cada día después de darme un chapuzón en Platja d’en Bossa. Siempre aprovecho para leer ‘el tebeo’» —dice con humor, en referencia a Periódico de Ibiza y Formentera.
En la barra recién pulida, Juanito, Santi y Fraco brindan por otro día más en su bar de siempre. «Yo llevo viniendo cada día desde 1985, cuando me mudé al edificio Arcadia», cuenta Santi. Juanito bromea: «Solo tengo que caerme de mi casa para llegar al bar». Fraco remata: «Este es el bar del barrio, donde siempre nos hemos juntado. Hemos estado viniendo desde que lo llevaba Roberto, y ahora Laura sigue manteniendo el espíritu de siempre».