Anabel forma parte de esa nutrida nómina de temporeros que permiten, gracias a su dedicación, la llegada en verano de miles de turistas a ese paraíso del Mediterráneo llamado Formentera. La joven dirige la extensa cola de pasajeros que recién desembarcados aguardan turno para coger un taxi. Trabaja en la compañía de la pitiusa menor, de donde es oriunda, en horario de mañana y tarde. Con solo una hora para comer, en temporada alta no libra un solo día, pero necesita llenar la hucha para ‘escapar' de la pequeña isla y proseguir con sus estudios superiores.
Mientras conduce a una familia italiana a uno de los 30 taxis (cinco de ellos estacionales) que componen la flota de verano en Formentera, Anabel explica que en invierno peinan la isla dos taxis y que sólo uno se mantiene de guardia por la noche. Tiene sentido, dado que la población se multiplica en verano por tres pasando de poco más de 10.000 habitantes a cerca de 35.000.
Ya desde el trayecto que enlaza Eivissa con el puerto de la Savina, de poco más de media hora de duración, uno percibe que se aproxima a territorio italiano. No en vano, durante las dos últimas décadas este mercado ha liderado con un 50% el volumen de visitantes en la pitiusa menor.
La isla está preparada para el abordaje de turistas en el mes de agosto. Y sabe cómo sacarle partido. Nada más llegar, el cartel del chiringuito anexo a la estación marítima nos pone en preaviso de lo que va a suponer el viaje en términos monetarios: un margarita de fresa o un mojito cuestan 10 euros y una sangría, 16. La siguiente parada, casi obligada, se sitúa a escasos metros, en los numerosos negocios que propone la Savina para el alquiler de motos. A partir de 35 euros/día (más 20 de depósito) cualquier advenedizo con carné de conducir puede hacerse con una Typhoon y poner a prueba su destreza por las carreteras y caminos de Formentera. Alquilar una moto y no un coche es sin duda la mejor opción para recorrer una isla que apenas supera los 10 kilómetros de longitud. La posibilidad de arrendar una bicicleta es mucho más ecológica para el medio ambiente y el mejor recurso si se dispone de tiempo. Sobre todo para recorrer el Parque Natural de ses Salines, un majestuoso embalse salino multicolor que dispara las emociones a su paso. Para pasar un solo día quizá no sea lo más recomendable por el tiempo que se pierde. Aún así, las bicis se alquilan desde 8 euros al día más 10 de depósito.
Sin salir del puerto, el Consell Insular pone a disposición de los viajeros cinco autobuses que conectan con los distintos núcleos urbanos de la isla más de tres rutas especiales a las playas más representativas, así como el Faro de la Mola, por entre 8 y 15 euros.
Comienza el viaje
Uno de los primeros destinos es la capital administrativa, Sant Francesc Xavier, a solo 3 kilómetros de la Savina. Se trata de una coqueta localidad de casitas blancas cuya actividad se concentra en torno a la diáfana plaza de la iglesia y la casa consistorial. Allí, entre puestecitos de ropa y artesanía y cafeterías al aire libre se disfruta del turismo de interior, lejos del bullicioso litoral. Acentos de medio mundo se entrelazan mientras cae el sol sobre los bloques de construcción payesa. En una de estas agradables terrazas se puede almorzar desde 6 o 7 euros, pudiendo elegir entre el clásico bikini, por cuatro euros; unos nachos con guacamole, por 8; o una ensalada de tomate Kumato con virutas de jamón ibérico y aceite de albahaca, por 11. La caña cuesta 2,70. Pero está bien fría. Irresistible.
De vuelta a lomos de la motocicleta (a la que uno acaba cogiendo cariño) tomamos rumbo a es Pujols, el núcleo más turístico y con más actividad nocturna de la isla. Sus pubs y terrazas lucen vacías a mediodía, cuando los viajeros se agolpan en la cercana Illetes. Todavía en es Pujols, solicitamos alojamiento en unos apartamentos de tres estrellas. Queda uno mixto (con un pequeño muro que separa las camas) para esa noche por 308 euros y uno ‘normal' por 348. En un hotel de idéntica categoría no hay habitaciones libres. «Es agosto», nos anuncian.
No obstante, la presión turística no es apreciada de igual manera por todos los residentes. Una joven cajera de un súper cercano, donde cuatro piezas de fruta ascienden a 1,85 euros, percibe menos movimiento que otros años. Por contra, una vecina que descansa en un banco a la sombra, admite la superpoblación y lamenta el costoso nivel de vida que deben afrontar los residentes. Explica que su marido, camarero, cobra poco más de 1.200 euros, igual que ella y sus compañeras de lavandería y cocina en un importante hotel de la zona. Solo libran un día a la semana y se quejan de los precios, «iguales para todos, seamos ricos o pobres, residentes o extranjeros».
La costa de es Pujols incluye una playa de fina arena blanca y calitas rocosas que permiten la formación de ‘piscinas' naturales de tonos verdes y azules. Siempre cristalinos. En una terracita tradicional, sin el clásico chill out y el aspecto vintage de las modernas, dispensan ‘rubias' por 2,10 euros. Es la parada previa a poner rumbo a ses Illetes, la que es considerada como una de las mejores playas no solo del Mediterráneo, sino del mundo. Para acceder a su interminable parking de tierra y dunas se exigen seis euros a los coches, cuatro a las motos y ocho a los quads, que también abundan en la menor de las Pitiüses. La conservación de este extraordinario paraje natural lo merece, aunque el empeño por preservar el litoral no se extiende al entorno marino, donde se agolpan centenares de embarcaciones. Muchas de ellas arrojan sus aguas sucias y sus anclas sobre la pradera de posidonia, una planta que está protegida por leyes nacionales e internacionales y que es un bien natural incluido en la declaración de Ibiza Patrimonio de la Humanidad. Por cierto, el precio por hamaca y sombrilla asciende a 10 euros.
En Illetes conviven diversos chiringuitos de enorme prestigio para los que hay que preparar la cartera y no sufrir del corazón. En uno de los restaurantes más visitados por famosos de medio mundo una sencilla cuenta puede ascender a los 350 euros. Aquí se cobra el pescado fresco al peso y recientemente ha sacudido las redes sociales una factura de 221 euros por 1 kilo y 450 gramos de uno de estos manjares del mar. Como el bolsillo no da para más, escogemos otro ilustre negocio playero, algo más humilde, para llenar el buche. Dos cañas y unos macarrones a la bolognesa, 24 euros. Ni siquiera la repentina aparición por el local de Ronaldo Nazario, considerado por muchos como el mejor delantero en la historia del fútbol mundial, consigue distraer nuestra mirada de la hiriente lista de precios. ¿Una porción de graixonera por 11,50 para dar por finalizada la fugaz visita a Illetes? No, gracias. Formentera es mucho más que un plato típico hiperdimensionado.