Underworld nos invita a sumergirnos hasta el próximo 20 de mayo bajo las aguas de nuestra mar para encontrar extrañas y curiosas criaturas, aunque también inquietantes hadas fantasmagóricas, cuerpos impelidos por la pasión, y reflejos sitos en la frontera entre el líquido elemento y el espejo detrás del cual se aloja el aire por donde huyen las burbujas que escapan literalmente hacia su natural dimensión.
Tres puntos de vista amén de tres disciplinas artísticas que se complementan para ofrecernos un amplio espectro subacuático donde Lila Licciardi experimenta con «las diferentes luces, los cambios en las expresiones de las caras y las texturas de la superficie con su sensación de puerta a otra dimensión de sueños y monstruos que habitan nuestro subconsciente». Se vale para ello de la técnica de claroscuro para ofrecernos un mundo poético donde el espacio es un todo sin tiempo ni gravedad.
De los fotogramas de Lila pasamos a la pintura al óleo de Aída Miró. Neoyorquina de adopción, aunque ibicenca de nacimiento y formenterera de ascendencia, Aída rinde aquí un homenaje a la mar que nos rodea, una mar no exenta de contrastes, de luces y sombras donde sobresalen los cuerpos desnudos de emociones contenidas, fantasmales, mientras pequeñas manchas negras nos advierten de peligros acechantes como el petróleo y los despojos que amenazan nuestras cristalinas aguas.
La devoción por la forja, así como la experimentación con luz artificial son dos de las características que destacan en las esculturas de Javier Ordóñez, alias Javier Ens, tercer miembro de este comando artístico. En este caso encontramos dos especies de medusa, una que podríamos definir como más o menos tradicional y la otra, no muy diferente, de filamentos quizá más estilizados y una característica iluminación de leds que vale la pena descubrir sumergiendonos en una densa oscuridad. «Quería ver como la luz afecta a la obra y aprovechar las variantes cromáticas para conseguir a su vez un cambio de concepto capaz de transmitir sensaciones diferentes», explica Javier, autor también de un pez deconstruido en cinco fragmentos flotantes que penden del techo merced a varios hilos cual marina marioneta.
Una confidencia; acercarse y soplar con leve fuerza y de seguido las cinco partes que componen este peculiar especimen para acto seguido ponerse a la cola o delante de la cabeza y deleitarse con un movimiento ondulado que se mimetiza asombrosamente con el de los peces que habitan en nuestra mar. Quizá alguien les juzgue con cierta desaprobación, pero vale la pena tomar este venial riesgo.