Catalina Bonet (Ibiza, 1943), de Can Ric se define como una mujer de campo desde siempre. Medio siglo tras su puesto en el mercado payés de Vila, en las diferentes ubicaciones que ha ocupado durante este tiempo, y la fuerza con la que sigue atendiendo a día de hoy, rozando los ochenta años, pintan el retrato de una mujer trabajadora.
¿Hace mucho que está en el Mercat Pagès?
— Caray sí, quizás soy la más antigua del mercado. Hace casi 50 años que estoy en el Mercat Pagès, he estado en todos los mercadillos de Ibiza. Desde siempre mis padres, mis abuelos y todos los de atrás han trabajado en el campo y claro, me gusta mucho, he trabajado mucho en el campo toda la vida. Empecé en el mercado a los dos meses de haberme casado, desde entonces he estado cada día, a no ser que estuviera enferma pero tampoco te creas que lo he estado mucho. Ha sido mi vida. Además mi marido y yo seguimos juntos, ¡estamos a punto de celebrar las bodas de oro!, no somos como estos modernos que cambian de pareja cada dos días.
¿Cuál es el secreto para mantener el matrimonio durante tantos años?
— Tener cerebro, cabeza y ser buena persona. Y querer mucho a la familia, claro, tenemos dos hijos y dos nietos, aunque me parece que son pocos (ríe).
¿Y ha estado aquí desde entonces?
— Aquí mismo no. Cuando empecé el mercado estaba detrás de Santa Cruz, después estuvo detrás de Can Ventosa, antes de que lo edificaran, y aquí (en la calle Vicent Serra i Orvay) hará unos 30 años que estamos.
¿Cada día?
— Cada día, sí. Menos domingos y festivos, claro. Los domingos estoy en Sant Joan, si no llueve. Allí me acompaña mi marido, que le gusta pasear y aprovecha para desayunar con los amigos en el bar, se va a misa y tiene un día de fiesta mientras yo estoy en el mercado.
No para.
— No, la verdad es que me gusta. Si no me gustara no lo haría, nadie me obliga aquí estoy jugando. Piensa que trabajamos para cubrir gastos, nos clavan por todos los lados: que si las cuotas de autónomos, trescientos y pico euros, la declaración de renta, hacienda, el mercado. Vengo por que me gusta y me entretiene, no quiero estar en casa todo el día.
A su edad, no parece que tenga intención de jubilarse.
— ¡No!, mientras tenga salud no me iré a casa a sentarme (ríe). Tengo 79 años y me encuentro perfectamente, no tomo ningún medicamento y esto me ayuda a vivir, mi madre vivió hasta los 102 años.
El secreto para mantenerse con esta fuerza y claridad a su edad, ¿me lo diría?
— ¡Que Dios te lo dé!, por que cuando la cabeza se te va no es por que uno quiera, es por que Dios lo quiere así. Pero estar rodeada de buenas personas que no te atormenten, tener las necesidades cubiertas sin problemas para vivir también ayuda. Por que tener muchos nervios también pueden hacer que se te vuelque un poco la cabeza.
¿Cultiva usted misma lo que vende en el puesto?
— ¡Claro!, toda la vida hemos sembrado a tope. Mi marido y yo hemos llegado a traer las sandías en un camión. Ahora no sembramos tanto, pero tenemos más de mil naranjos que dan mucho trabajo y pronto nos tendrán que ayudar.
¿Sobre la clientela de hoy en día, está satisfecha?
— La verdad es que no viene tanta gente. Somos pocos y hay muchas grandes superfícies, la gente ya no valora tanto el producto payés y prefieren comprar las cosas más baratas -o quizás más caras-, en el supermercado grande.
¿Usted compra en grandes superficies?
— Jamás. En la vida he puesto un pié ni en el Lidl ni en el Mercadona ni en ningún sitio de estos. Ni pienso ponerlo. En casa siempre hemos tenido verduras y de todo. Nunca he necesitado ir. Si necesito alguna cosa voy a algún supermercado pequeño.
No puedo evitar mirar la balanza que tiene. ¿Desde cuándo la acompaña?
— Desde hace, por lo menos, cincuenta años. Entonces era carísima, ya no se hacen como esta, ahora son todas eléctricas y hay que enchufarlas o ponerles pilas. Las pilas se acaban cuando menos lo esperas, y aquí no tenemos luz, esta funciona siempre. Estoy muy contenta con ella, si la limpiara más estaría como nueva (ríe). No se ha estropeado nunca, todo el mundo le hace fotos.