Marga Roig (Ibiza, 1969) trabaja tras el mostrador de la librería y papelería de Sant Jordi. Un modelo de negocio que no atraviesa su mejor momento pero que Marga, a fuerza de trabajo, mantiene activo.
— Usted es jordiera, ¿de qué casa es?
— Sí, mi familia somos todos de Sant Jordi. Somos de Can Pep Cardonet. Yo ya nací en el hospital, pero mis hermanas sí que nacieron, literalmente, en Sant Jordi.
— En la era digital que vivimos usted resiste en una librería vendiendo prensa, ¿quién sigue comprando prensa en papel?
— Principalmente gente de a partir de 40 años. Pasa lo mismo tanto en la prensa diaria como en las revistas. El cliente que compra papel es de una generación que estudió y se crió siempre con el papel y está acostumbrada a esto. También es verdad que se vende bastante revista infantil para nenes y nenas de hasta 10 años.
— ¿Que pide ahora la gente en una librería?
— Las revistas semanales son las que se venden más (¡Hola!, Semana, Lecturas...). Aunque sea por el regalito. Pero también nos piden revistas mensuales como Vogue, Clara, Cuerpo Mente, Muy Interesante, Saber Vivir, o Saber Cocinar). Cuando llegan las temporadas de las colecciones también hay mucha gente que compra los fascículos.
— ¿Sigue habiendo un sesgo de género muy marcado en la oferta de revistas?
— Desde luego. Los hombres compran unas revistas y las mujeres compran otras. Por un lado el ¡Hola!, Marie Claire o Lecturas, así como las revistas de muebles, me las compran mujeres. Por otro lado, las revistas de motor, de deportes y salud, así como la Muy Interesante o El Jueves, me las compran hombres.
— Hay mucha afición, en ambos sexos, por el deporte. ¿De verdad las revistas de deporte y salud no tienen un público unisex?
— Por lo menos aquí, las revistas de runners y todo esto, nos la compran sobre todo los hombres. Luego está la Sport Life, que la compran mujeres.
— Tiene un buen apartado de libros, ¿se venden?
— Sí, algo sí que se vende. Pero también muchos menos que antes.
— ¿Cual es el producto estrella de la librería?
— Sin duda alguna: las cartas de Pokémon y Adrenaline (que son de fútbol) son lo que más se vende y con mucha diferencia. ¡Las de Pokémon valen 3.99 euros el paquete!
— Lleva años tras el mostrador de la librería. ¿Ha notado mucho el cambio de tendencias a través de los años?
— Sin duda. Todo en general ha pegado un bajonazo más que considerable.
— ¿Desde cuándo se dedica usted a esto?
— Empecé sola hace 14 años. Pero antes ya había estado trabajando con Maruja, cuando la librería estaba en la esquina de al lado de La Manduca. Allí estuvimos dos años, y dos años más aquí mismo antes de que me quedara yo. En total hace ya 18 años que estoy al trabajando aquí. Antes había estado trabajando en un souvenir y estaba más en la parte de librería, así que al comenzar con Maruja ya sabía de qué iba la cosa.
— ¿Cómo vivió la pandemia?
— Pude abrir por que nos declararon como esenciales. Por las mañanas venía gente, pero por las tardes no venía nadie y opté por cerrar. Se vendía la prensa de siempre, pero también aumentó mucho el tema de las manualidades.
— En tantos años ya sabrá qué se va a llevar cada cliente nada más entrar por la puerta.
— Así es. La clientela es siempre la misma y nos conocemos todos desde hace ya mucho tiempo. Si quisiera podría hacer un paquetito con lo que va a querer cada uno. Los fines de semana son distintos, viene mucha más gente. Saben que abro cada día, sábados, domingos, festivos... cada día.
— ¿Y cuándo descansa?
— Los sábados y domingos por la tarde, que no abro. En diciembre cierro una semanita para hacer una escapadita. Aunque hace dos años que no habíamos podido, este pasado diciembre por fin nos permitimos ir una semanita a descansar a Mallorca con la familia.
— Aburrirse no se aburre. Tiene cientos de referencias.
— Ya te digo que no me aburro. Entre pedidos, devoluciones, colocar las revistas... Hay que hacer un tetris con todo. Sé dónde está cada una de las referencias.
— ¿Una librería da para vivir?
— Más o menos. Trabajando mucho. Me salva bastante el material escolar que tengo, hay colegios aquí al lado.
— ¿Cómo ve el futuro?
— No veo futuro, cada vez menos. Ojalá me equivoque, pero dudo que me pueda jubilar aquí.