Laura Moreno (Ibiza, 1975) tiene diferentes facetas. Una dentro del mundo del espectáculo en la que muestra sus dotes de actriz cómica con sus monólogos sobre el escenario. Otra faceta de esta ibicenca es la de tendera en la tienda familiar que mantiene abierta en la Marina, sin dejar de lado las cualidades como ceramista que heredó de su padre.
— ¿Desde cuándo se dedica a esta tienda familiar?
— La tienda inicialmente rra una frutería y era de mi abuela, Anniteta de Ca na Guasca. Con la llegada del turismo, en 1976 la tienda se reconvirtió para dedicarse a la venta de cerámica. Teníamos piezas de todos los ceramistas de la isla, incluso nos mandaban de fuera. Pero nos tuvimos que adaptar a los nuevos tiempos e ir complementando la cerámica con otras cosas.
— ¿La cerámica ya no interesa como ‘souvenir' o recuerdo de la isla?
— No. Hay que pensar que entre el volumen, el peso y el precio la gente ha dejado de comprar cerámica. Ahora el producto estrella son los imanes; antes compraban dos o tres figuras de payesas y ahora con unos cuantos imanes ya se conforman. Habíamos tenido materiales de Toniet, de Peinado o las payesas de Luis Amor, pero eso ya pasó a la historia. Ahora la gente ya no sabe lo que es una payesa; como ya no se ven, los turistas ya no relacionan esta figura con la isla. Todavía recuerdo a una de las últimas mujeres que vestían de payesa en el barrio [de la Marina]; siempre estaba asomada al balcón de encima de la boutique María y todo el mundo le hacía fotos. ¡No le gustaba nada!
— ¿El turista que entra en su tiendo no reconoce lo que es una payesa?
— No. Me preguntan si son monjas y les tengo que explicar que no. Que son payesas y lo que eso significa. Sí que algunos turistas, sobre todo los de la tercera edad, que sí que me preguntan si son las campesinas de Ibiza, y a lo mejor se llevan alguna. El ‘guiri' que viene de fiesta no tiene ni idea de lo que es eso.
— ¿Deberíamos cambiar la imagen de la payesa por la de una ‘gogó'?
— Pues seguro que se vendería más. [Ríe] ¡Tomo nota para el año que viene! Es una lástima, pero es verdad, no hay ningún conocimiento por parte del turista sobre el folclore ibicenco. Para que se hagas una idea: hicimos unos imanes monísimos con unas castanyoles y nada. Pero es porque no lo conocen.
— ¿La cerámica la elabora usted misma?
— Sí, la hacemos nosotros mismos en invierno para preparar la temporada. Mi padre, Alejandro Moreno, ya era ceramista y yo lo llevo en el ADN. Cuando se jubilaron mis padres nos quedamos el negocio mi marido y yo. Mi marido también es ceramista; al poco de empezar a salir se interesó por el oficio y mi padre le fichó enseguida. La verdad es que si sigo manteniendo un espacio para la cerámica es solo por romanticismo. Sigo teniendo este rincón con las casas payesas, pero estoy segura de que cualquier otra cosa sería más rentable.
— Como negocio familiar que es, ¿le tocaba trabajar cuando era más joven?
— Sí, claro. Me he criado en la tienda. De niña me compraban un helado en Los Valencianos y me ponían a vigilar. Entonces yo me sentía que estaba haciendo alguna función muy importante. Yo venía con mi abuela, que fue una auténtica referencia para mí y con quien tuve un vínculo muy especial.
— Este barrio solía tener fama de peligroso en según qué épocas. ¿Ha tenido algún problema de seguridad ?
— No, nunca. Todo lo contrario. Una vez que tuve un problema y fue que se me cayó el toldo e hizo un desastre y los primeros que vinieron a ayudarme fueron esos que se supone que dan tanto miedo. Aquí siempre ha habido mucho respeto.
— ¿Es muy dura la temporada de verano?
— Sí, abrimos todo el día, de 10.30 horas hasta las dos de la madrugada. Pero me gusta. A mí me encanta interactuar con la gente. De hecho, me encanta hablar con los turistas, acompañarles al lugar que estén buscando. La mejor promoción turística es el trato que le damos al visitante.
— Tras unas temporadas tan frenéticas, ¿a qué dedica los inviernos?
— Los inviernos los dedicamos a producir, a viajar, a pasear y al mundo de la farándula.
— ¿La farándula?
— Sí. Mi pasión es el escenario. Ya de pequeña había hecho alguna obra con Pedro Cañestro y lo típico de ir a la academia de baile Capricorn con sus festivales en el Casino. ¡Pagaría por tener un ‘cacho' de esa cortina del Casino!. Más mayor me apunté a teatro, hice un curso con José Boto y con Mercé Pellicer y me enamoré del monólogo. El primer monólogo lo hice con Mercé; recuerdo que en el primer espectáculo me quedé en blanco justo cuando me faltaba la última frase. Pero lo reconocí allí mismo, me aplaudieron y no me ha vuelto a pasar. Ahora ya nos llaman para hacer monólogos y he teloneado al gran Casta y he participado en la obra de teatro de Siete apellidos ibicencos de Boto.
— Si tuviera que elegir entre dedicar su vida a la interpretación o a su tienda, ¿qué haría?
— Ostras, no sabría qué decirle. De hecho, la obra Siete apellidos ibicencos se llevó a Madrid y tuve la oportunidad de actuar allí. Mi personaje gustaba mucho. Pero soy un poco mami y en esos tiempos mis hijos, Asier y Alicia, eran más pequeños y no estaba preparada para emprender una aventura que no sabía cómo iba a terminar. Podía estar un fin de semana o tener éxito y tirarse años. Mira, muchas veces me preguntan si dejaría la tienda si me tocara la lotería y ya te digo que no. La tienda es mi familia, es un hijo mío, forma parte de mí. Bajo estas vigas ya estuvo mi abuela, que era mi persona más favorita del mundo mundial.