Juan Alberto Duaso (Barcelona, 1992), es un representante de esa gente de Ibiza que viene y va con la temporada. Gente que ha encontrado un modo de vida que antes de llegar a Ibiza apenas hubiera podido imaginar. Con una carrera de Derecho, experiencia en Recursos Humanos en distintas empresas y una franquicia de venta de criptomonedas, dedica los veranos a trabajar en el mundo del espectáculo nocturno en Ibiza.
— ¿A qué se dedica?
— Yo estudié Derecho, aunque tenía claro que no iba a ejercer la profesión, estaba seguro de que me serviría en mi vida profesional. También soy cronometrador de fútbol sala y he estado trabajando en diferentes empresas, en el departamento de Recursos Humanos. Además, desde hace un año, he emprendido una franquicia de criptomonedas.
— Las criptomonedas, ¿son de fiar?
— Es verdad que ahora ha habido un bajón importante con el bitcoin. Es normal que haya subidas y bajadas, pero la tecnología que hay detrás es interesante. Sucede como con la llegada de internet, había quién creía que eso no llegaría a nada, tuvo sus subidas y bajadas, pero aquí está. Lo de las criptomonedas es un poco más complicado, eso es verdad.
— ¿Lleva usted mucho tiempo en Ibiza?
— Desde 2015, que llegué por primera vez. A mí la fiesta nunca me había atraído. Con mi altura, eso de ir viendo sobacos no me acababa de gustar. Pero cuando llegué a Ibiza, es que no había visto nada igual antes. Cumplí mi sueño de ver a David Guetta en Pacha y también fuimos a la fiesta de El Row. Allí me colaron en el camerino, me caracterizaron para salir en la fiesta. Se ve que lo hice bien, porque el que llevaba la fiesta en Ibiza me propuso trabajar para ellos. Por primera vez me vi negociando el caché para mi persona.
— ¿Se introdujo así en el mundo del espectáculo?
— La verdad es que ya había hecho alguna otra aparición, pero a nivel audiovisual. Cortos, largos, algún videoclip y publicidad. Trabajé, por ejemplo, con Dídac Ribot, el Dandy de Barcelona o con Berto Romero, en Algo muy Gordo, también hice un papel en El Ministerio del Tiempo. Pero siempre desde mi figura como enano, en papeles con ironía, surrealistas o de humor.
— ¿Fue este papel el que le llevó a ajerecer en Ibiza?
— A Ibiza me prometí repetir cada verano después de mi primer viaje, en 2015. Además, nunca había emprendido la aventura de vivir fuera, solo lo he hecho en Ibiza. En Barcelona vivo con mis padres, que nunca se han querido independizar. Aquí, en Ibiza, encontré un mercado perfecto para mí. Al principio en trabajos sueltos, pero lo más serio llegó en 2019, cuando empecé a hacer el papel de osito en la fiesta Toy Room de Lío. Allí me vi en el camerino con todo un equipo de artistas y me di cuenta de que la cosa iba en serio. Ibiza está hecha a mi medida. A partir de aquí me fueron saliendo otras ofertas y pensé que 2020 iba a ser mi año. Ya sabes que resultó ser el año de todos. Así que me esperé a 2021, entonces pude comprobar que aquí pasaban cosas.
— ¿Qué cosas pasaban?
— Pues que de repente me podía ver en un dinner show, en una discoteca o en una fiesta privada, en un barco o en una villa. Aparte de ganar dinero, en Ibiza he podido ver de todo.
— ¿Qué ha podido ver en Ibiza?
— De todo. Es verdad que, por un lado, he visto una Ibiza tranquila, ideal para familias con hijos. Pero también he visto otras cosas. Para que te hagas una idea: yo nunca había visto a nadie consumiendo cocaína y de repente me vi paseando una bandeja llena de rayas para los invitados a una fiesta privada.
— Supongo que, en este tipo de fiestas, habrá visto más drogas de las que había visto antes de llegar a Ibiza.
— Por supuesto. En una de estas fiestas, una de las atracciones era una piñata y claro: le tocó al enano reventarla. Cuando le di el golpe y la rompí salió de todo: bolsitas de cocaína, de marihuana, de pastillas, condones y billetes de 50. Me explotó la cabeza, imagínate ver la cantidad de tías, agachadas cogiendo de todo, ¡desde mi altura!
— ¿Qué otras ‘animaladas' ha podido llegar a vivir en estas fiestas?
— Quemar billetes de 200 euros [sic]. Era una fiesta de cumpleaños y el anfitrión decidió subir al escenario conmigo y un par de fajos. Había que quemarlos y, además, yo tenía que poner cara de pasarlo bien y no de lo que pensaba. Ésta es la fiesta en la que más cobré: 14.020 euros por cinco horas, con propina y todo. Incluyendo los 800 euros extra por afeitar unos coños en una subasta humana.
— ¿Tiene que firmar alguna cláusula de confidencialidad en estas fiestas?
— Sí, claro. Incluso he tenido que firmar contratos en los que se me prohíbe hablar con ningún invitado más de dos minutos, ni intercambiar teléfono ni nada. Tampoco puedo decirte a quien pueda ver en esas fiestas. Sí que te puedo decir para quien he hecho mi papel de osito en el Lío: para Courtois, Mbappé, Ussain Bolt, Rita Ora y todos los VIPS que te puedas imaginar.
— ¿Su éxito sería el mismo con otro cuerpo?
— A veces me entra la duda de si lo que quieren es contratarme a mí o contratar a un enano. En muchos sentidos he podido comprobar que lo que quieren es a mí, pero en otros muchos, lo que quieren es a un enano. Eso me lleva a una lucha interna sobre si soy artista o qué soy. En ocasiones flipan cuando me conocen como artista y se enteran de que tengo otras cosas. Flipan para bien. Pero cuando es al revés, cuando me conocen por otros ámbitos y les cuento mi faceta como artista también flipan, pero en el sentido negativo.