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«He navegado tantas horas que me podrían dar el título de capitán»

Jesús Lojo dedicó cerca de 30 años de su vida al reparto de paquetería

Jesús tras su charla con Periódico de Ibiza y Formentera. | Toni Planells

| Ibiza |

Jesús (Sant Joan, 1943) encontró su verdadera vocación laboral tras haber probado diferentes oficios. Mecánico, electricista, albañil, marinero... fueron varios los trabajos que desarrolló hasta que, a los 28 años se sacó el carnet de conducir y se convirtió en repartidor de paquetería. Un oficio con el que estuvo viajando a diario a Formentera y en el que se jubiló hace apenas seis años.

—¿Dónde nació usted?
—Nací en Barcelona, pero me crié en Ibiza, donde me trajeron con solo un año y medio.

—¿Su familia, era de ?
—No, mis padres eran gallegos. Mi madre, Isolina, era de A Coruña y mi padre, Juan, de Pontevedra.

—¿A qué se dedicaban?
—Mi padre era marinero y navegaba en barcos mercantes por todos lados. Con el tiempo, se embarcó en un yate privado, que era del dueño del hospital Clínic. Así es como acabamos viniendo a Ibiza, un invierno que se quedó aquí el barco y mi padre con él para cuidarlo. Vino también mi madre conmigo, mis dos hermanos ya eran mayores y acabaron en Galicia. Nosotros, nos quedamos en Ibiza para siempre. Mis padres murieron aquí.

—¿Dónde creció?
—En Dalt Vila, en la calle Obispo Torres 26. Mi madre trabajaba limpiando en la galería Ivan Spence, a parte de en casa. Yo jugaba con toda la pandilla de chavales que había entonces en Dalt Vila. Ahora ese ambiente ya no existe. Nos entreteníamos tirando una rueda cuesta abajo, o lanzándonos tres o cuatro niños subidos a una bicicleta Sa Carrossa y Ratrillo abajo. También nos peleábamos mucho con los de Sa Penya. Hacíamos montones de piedras para tirárselas desde arriba de Sa Murada. Nadie se atrevía a subir, a uno le llegué a dar en toda la cabeza y se llevó una buena brecha de recuerdo. Eso fue lo más grave que llegó a ocurrir, pero es que apedreábamos hasta a los policías, que tampoco eran capaces de llegar a subir el Rastrillo (ríe).

—¿Fue al colegio?
—Sí, claro. Primero en Dalt Vila con Don José y después a Artes y Oficios con Don Rafael Zornoza. Pero los estudios no acababan de ser lo mío y, a los 14 años, ya me puse a trabajar. Primero en la Firestone, después estuve unos años como albañil con los Matutes. Recuerdo que el accidente de Ses Roques Altes me pilló en esa época, trabajando en el aeropuerto, poniendo la calefacción y el aire acondicionado. En el 73 hice la mili y, al volver, me puse a trabajar como ayudante de electricista. Fue en esa época, dos años más tarde, cuando en uno de los viajes que hacía para ir a ver a la familia a Galicia conocí a Manuela. Seis meses más tarde ya nos estábamos casando y así seguimos hasta hoy, casi 50 años después. En todo este tiempo hemos tenido tres hijos: Juan Jesús, Oscar y Alejandro y tres nietos, Pablo y Alejandra, que son del mayor, y Sofía, que es de Oscar.

—Tras casarse, ¿siguió con su oficio de electricista?
—No. Al casarme me fui a Galicia. Allí no había mucho trabajo, así que, igual que mi padre, me acabé enrolando en un buque mercante como marinero. No me gustó nada. Apenas duré un mes, cuando el día de Nochevieja de 1976 pillamos una tormenta que escoró el barco hasta 32 grados supe que eso no era lo mío. En cuanto me bajé del barco fui directamente a decirle Manuela que ya había tenido suficiente barco. Que yo me volvía a Ibiza, con o sin ella. Que yo me había casado para estar con ella y, estando embarcado, la veía tan poco como si viviera en Ibiza.

—¿A qué se dedicó al volver a Ibiza?
—Volví a trabajar en la construcción con Matutes. En esa época me pude comprar un piso en Figueretes y un terrenito en Sa Casilla, donde me hice la casa en la que seguimos viviendo.

—¿Hizo de la construcción su oficio?
—No. Al final encontré el trabajo en el que realmente me encontraba a gusto, repartiendo paquetería. Empecé a los 28 años, nada más sacarme el carnet con Félix en Transportes Pitiusos. Más adelante me compré mi propia furgoneta y me puse como autónomo trabajando para DHL hasta que me jubilé. Me pasé casi 30 años repartiendo, sobre todo a Formentera. Iba cada día por la mañana y volvía al terminar la jornada. He navegado tantas horas que me podrían dar el título de capitán (ríe).

—Habrá vivido la evolución de Formentera y del trayecto entre las Pitiusas.
—Un poco sí, aunque yo he sido siempre de hacer mi trabajo y dedicarme a lo mío. Sin embargo sí que vi como hacían el parking de Es Pujols o como hacían el ensanche de la calle Es Pla. He embarcado en prácticamente todos los barcos que ha habido. Empecé con Transmapi, con el Espalmador y el Eivissa. Después pasé más de 20 años con Balearia y cinco o seis más con Formentera cargo. Las tripulaciones de los barcos eran casi como de la familia, igual que la gente de Formentera. Fueron muchos años de relación.

—¿Aprovecha su jubilación para visitar a sus amigos de Formentera y familiares de Galicia?
—La verdad es que no mucho. Desde que me he jubilado, entre médicos y historias, no hemos hecho ningún buen viaje. De Hecho, solo voy a Formentera o a Galicia cuando hay algún entierro. Básicamente me dedico a tomarme una agüita en Can Bellotera y a hablar con los amigos por las mañanas y a vivir tranquilo .

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