Comenzó trabajando para fotógrafos como ayudante de maquillaje y ahora, con tan sólo veintitrés años, importa la firma Versace por todo el mundo. Haciendo gala de una simpatía propia de su tierra natal, Canarias, Daniel Molina puede estar horas hablando de un trabajo que le apasiona y al que aporta una peculiar combinación de filosofía personal y marca de la casa: «El maquillaje ha de ser un complemento de la personalidad, destacando los rasgos más favorecedores de cada persona y sin olvidar el lema que nos caracteriza, 'Lo barroco es bello '». De ahí la apuesta, de cara a la temporada estival, por los tonos que aporten luminosidad y vida al rostro, contrastándolo con un elemento externo que influye a la hora de diseñar una moda en forma de pintura corporal: el fin del milenio, un hecho que ha de significar, como señala este profesional: «Misticismo, dulzura y espiritualidad».
Versace en la piel
El maquillador de la casa italiana trabaja estos días en la isla
Nieves Ibarrondo |