D esde integrales a la Ley de Enjuiciamiento Criminal. Estudiar en una academia o por libre, solo o en grupo, mediante libros o por apuntes. Las opciones son múltiples, y las ganas, pocas. El calor, el cansancio de todo un curso que afortunadamente ya ha pasado o el hecho de que los demás estén de vacaciones no son precisamente alicientes a la hora de colocar los ojos delante de los libros. Patrick y José lo saben bien. Este año han aprobado entre ambos cuatro asignaturas de veintidós, una de ellas gimnasia y, según el segundo, «porque el profesor estaba loco». Su opción no es otra más que repetir, aunque se lo toman con humor. Dos ejemplos significativos de una situación que representa, en su extremo contrario, Félix. A pesar de haber suspendido una, durante el invierno estaba matriculado como refuerzo en matemáticas y física y química fuera de su horario escolar. Ahora ha optado por «descansar».
Los centros de enseñanza privada adecuan sus programas a los estudiantes, tanto de enseñanza superior como secundaria o incluso infantil, cuyo rendimiento escolar no es del todo satisfactorio. Así, por ejemplo, en «Delta» desarrollan una escuela de verano para niños de cuatro a diez años que combina excursiones al aire libre con clases de repaso. Mientras los bachilleres se inclinan por este tipo de iniciativas en los que se realiza un estudio pormenorizado de los programas desarrollados durante el año, los universitarios apuestan por asignaturas sueltas que deciden prepararse en función de la rama escogida: los de ciencias optan por apuntarse en lugares especializados y los de letras buscan las bibliotecas como fuente de inspiración. En «Guimera» por ejemplo las inscripciones de ciertas materias de ingeniería aumentan de forma notable su demanda con respecto al invierno, «tanto en número de alumnos como en su interés», señala uno de sus responsables, mientras en Can Ventosa, los pupitres de la sala se llenan desde primeras horas de la mañana. José Luis es uno de sus incondicionales.