Juan Antonio Bonet tiene 24 años y muy claro que su sitio está, como desde hace nueve años, junto a los integrantes del grupo folklórico Sa Colla de Can Bonet. A pocos metros de la iglesia, miles de jóvenes de su edad disfrutan de una fiesta muy diferente, ajena a las tradiciones y según él «diseñada completamente para el turismo». Músicas muy distintas, ambientes dispares y espíritus radicalmente opuestos, dentro de una festividad, en principio para todos.
Los fieles de costumbres, afectos y sentimientos, permanecen indiferentes a cualquier cadena televisiva o macroconcierto de moda. Su cita anual con la eucaristía, presidida en esta ocasión por Juan Antonio Riera y a la que acudieron desde la Presidenta del Consell Insular, Pilar Costa, hasta el juez de Primera Instancia, Juan Carlos Torres, congregó a un público diferente pero más fiel y seguro de sus intenciones. Sant Antoni conmemoró a su patrón como siempre, con religión y ball pagés, pero envuelto en un aire de rareza, de comentarios en bares y reflejada en un espejo cuadrado, a medias entre la realidad y la historia que no se cuenta. La televisión se perdió el mejor de los espectáculos, el que no se ve pero se percibe y que, sin siglas ni nombres propios, cada 24 de agosto consigue reunir a los vecinos, amigos y devotos de un único lenguaje: el fervor. Hubiese merecido la pena pagar diez mil pesetas también allí.