Sólo un artista puede convertir un macarrón en obra de arte. Pero si el resultado procede además de un niño que no supera los diez años, el hecho se convierte en toda una apología del talento. El colegio Guillem de Montgrí de Sant Antoni ha querido dedicar estos últimos cinco días escolares a sus 217 pequeños autores de edades comprendidas entre los tres y los 12 años. Una docena de talleres distribuidos en cuatro bloques temáticos han roto la rutina durante el desarrollo de estas jornadas, convirtiendo las aulas y pasillos en auténticos museos. Cerámica, poesía, madera, confección de instrumentos, pintura o ilustración de camisetas han sido alguna de las iniciativas que han unido a profesores y alumnos en diversos trabajos cuyo objetivo no era otro que, tal y como comentaba el director del centro, Santiago Arenal, «fomentar la creatividad de los alumnos». Incluso los estudiantes han podido -como ya hicieran tiempo atrás- completar la decoración exterior de su escuela con un mural alusivo a la naturaleza. Algunos padres (caso de Antonio Peinado que ha enseñado a los jóvenes los secretos del torno) han querido sumarse a la iniciativa que viene realizándose desde 1992 cada dos años. Y ello es así, según justificaba el responsable, «debido al coste adicional de trabajo que supone poner en marcha todo esto». Miró ha sido el protagonista de los dibujos de los de educación infantil, creando, a partir de réplicas de los cuadros del pintor y escultor catalán, sus propias fantasías.
Ayer se celebró la fiesta de clausura con un concierto en el que intervino el músico Yaron Marko junto a algunos docentes y un recital de poesía protagonizado por los alumnos de tercero y cuarto. El acto hubo de posponerse unos minutos ya que una de las profesoras del centro sufrió una caída que le obligó a ser trasladada al hospital con el consiguiente trastorno de los presente que vieron aumentados los nervios de la cita por un accidente sin consecuencias. Este fue el único incidente de un día en el que, ser grande, no era cuestión de edad.