El principal cambio que han sufrido las familias españolas en el último cuarto de siglo no es ni la baja natalidad ni la disminución de la nupcialidad: ha sido la incorporación de la mujer al mundo laboral.
Sin embargo, ésta se ha producido «con una cierta dosis de revanchismo, puesto que hasta hace poco la bandera de la libertad de las mujeres ha estado en manos de feministas radicales; lo que era una justa reivindicación se ha convertido en una simple revancha». Esta es, al menos, la opinión del catedrático de Sociología de la Universidad de Alcalá de Henares y de la Pontificia de Salamanca Juan González Anleo, quien ayer participó en el ciclo de conferencias «Semana de la familia», organizado por la Fundación Diocesana Isidor Macabich.
A pesar de todo, como señala este especialista, autor de varios libros sobre la evolución de nuestra sociedad, el hombre no acaba de aceptar este nuevo rol de las mujeres. Como muestra un botón: a la hora de repartirse el trabajo doméstico, un hombre nunca hablará de «trabajar», sino que se quedará con un simple «colaborar». «Siempre decimos 'te voy a bajar la basura' o 'te ayudo a lavar'; nunca lo aceptamos como una obligación», señala Anleo. Detalles como éste indican, explica el catedrático, que la situación todavía no se ha normalizado en nuestro país.
Además, otros síntomas de que no se ha logrado una igualdad plena son «los continuos malos tratos que padecen muchas mujeres, y de los que nos da cumplida cuenta la prensa a diario».
González Anleo entiende que la familia es la base de cualquier país y que de su integridad depende la salud de la sociedad: «Sólo hay que mirar las cifras de criminalidad y drogadicción de Estados Unidos, un país en el que la familia se está desintegrando, para comprobar la importancia de esta unidad». La familia debe encargarse de «inculcar los valores a los chavales» para evitar que el problema se agudice, señala González Anleo.